La fiesta de las salchichas

Crítica de Horacio Bilbao - Clarín

La redención del hot dog

Un exceso dedicar semejante logro técnico en la animación para una comedia con sutileza nula.

El cine de animación para adultos ya es un metalenguaje, la parodia de otros cines también. Y ni hablar de la crítica social enrarecida bajo velos varios. La fiesta de las salchichas, filme que dirigen Conrad Vernon y Greg Tiernan con participación en guión y voz de Seth Rogen (asociado con su amigo Evan Goldberg), exprime ese reino todavía fértil del metalenguaje. ¿Será un exceso dedicar semejante logro técnico, voces y creatividad indudable para divertir con sutileza nula, para disfrazar una comedia banal de idea subversiva, de una teoría de la manipulación puesta en un contexto orgásmico, el supermercado? Quizá, algunas risas en la sala son contagiosas, otras dan vergüenza ajena.

La trama es sencilla, y bien simbólica. Los productos de supermercado, comestibles y otros, adoran a los compradores. Podría decirse que es una inversión del mundo real. Para ellos son dioses que los transportan al más allá cuando los suben al carrito. Tampoco es casual que Frank y Brenda, la salchicha y el pan de panchos, sean los protagonistas. Todos creen en el más allá, y cantan loas a sus dioses, hasta que consiguen información. Hay sabios en el supermercado que conocen el origen del mito, el mismo que Frank quiere desenmascarar. El germen de la revolución está sembrado entonces, contra los dioses, contra las falsas creencias, contra la manipulación.

Cierto es que hace rato que el dios mercado es tan enceguecedor como los otros dioses, los teológicos, los que supuestamente cuestiona esta película. ¿Cambia algo esta “denuncia” convertida en cine de animación? ¿Si los protagonistas fuesen humanos, en lugar de salchichas y productos de supermercado, qué dirían de este guión? No es casualidad que la historia transcurra entre góndolas, sitio pornográfico y enajenante de la cultura capitalista. Tampoco lo es que sus personajes sean una salchicha y un pan de pancho, íconos de la comida chatarra, objeto fálico uno, representativos de una sexualidad endiosada también, iconografía explícita para una película que parodia las pulsiones básicas de esta humanidad, que cambia orgía por política.

Es indiscutible la calidad técnica de la animación, incluso se pueden celebrar varios de los chistes ocurrentes, lisérgicos, de la película. Aunque otros sean más propios del humor estadounidense, como los lavash, los bagels, las duchas femeninas, y las salchichas revolucionarias. El sexo, la comida y los dioses fluyen de esa sociedad oculta de repositores, con personajes bien logrados, como el taco mexicano lesbiana que lleva la voz de Salma Hayek. ¿Alcanza? ¿Todo para decirnos que el más allá, la tierra prometida, es un invento, que también se vende en el supermercado?