La fiesta de las salchichas

Crítica de Alejandro Turdó - A Sala Llena

Food porn

El cine de animación contemporáneo, en especial el venido de la factoria Pixar, convierte a los sentimientos en el núcleo central de sus películas: ¿Qué pasaría si los juguetes tuviesen sentimientos? ¿Y los autos, los peces, las máquinas?... Si bien La Fiesta de Las Salchicas (Sausage Party, 2016) proviene de otro estudio de animación, la escencia se sostiene: ¿Qué pasaría si la comida tuviese sentimientos? Pero por sentimientos nos referimos a un amplio espectro que involucra desde creencias religiosas hasta mitos originarios, bagaje cultural y una marcada obsesión por todo lo relacionado con el sexo… una enorme obsesión.

El protagonista de la historia es Frank (con la voz de Seth Rogen), una salchica más en la góndola del supermercado cuyo único anhelo es ser elegido junto con Brenda (Kristen Wiig, quien es un pan de pancho) por algún cliente para ser llevados al “Más Allá”, una suerte de paraíso que creen los espera una vez que sean elegidos y atraviesen las puertas del local. Por supuesto esta creencia se ve profundamente trastocada cuando Frank descubre la impactante verdad: no hay una tierra prometida y los humanos se los llevan para comérselos.

Una vez planteado el conflicto principal, Frank asume la tarea de quitar la venda de los ojos de toda una sociedad de comestibles poco inclinada a cuestionar el status quo. Es así como tenemos una estructura con formato odiseico, donde el personaje principal debe atravesar toda una serie de desafíos para lograr su cometido, todo esto condimentado con un enorme repertorio de chistes con doble e incluso simplísimo sentido.

El planteo es interesante, pero da la sensación de explotar lo mejor de su visión crítica de la sociedad conservadora, la religión y el sexo en el primer acto. Conforme avanza el relato, dicha crítica se vuelve repetitiva, lo que la lleva a intentar intercalar la mayor cantidad de chistes sexuales en el medio de una historia de aventura no apta para menores, como única forma aparente de mantener el interés.

A Rogen lo acompañan algunos de sus amigotes de proyectos anteriores como Michael Cera (la salchica miedosa), Paul Rudd (la salchica piola), Craig Robinson (el alimento afroamericano), Danny McBride (la mostaza) y Jonah Hill (la salchica amigable)

Es curioso que dentro de una película con tanta carga sobre lo sexual parezcan funcionar mejor las escenas cómicas con alguna referencia cinéfila o aquellas que se toman ciertas libertades a nivel gore gracias al hecho de que los alimentos son el medio de representación. ¿O acaso alguien se va a horrorizar al ver a una salchica partida al medio o un frasco de mermerlada estallado contra el piso?

El estilo de la animación (una suerte de 3D con menos presupuesto que la competencia), acompaña a lo absurdo de la propuesta y funciona muy efectivamente como telón de fondo, con un aire tan burdo que roza la anárquía estética, reforzándo el costado paródico del material.

Gracias a sus amigables 89 minutos, La Fiesta de Las Salchicas es un film dinámico que sin dudas puede sacarnos varias risas en la butaca, siempre y cuando estemos en sintonía con el tono humorístico y, por sobre todo, tengamos presente lo más importante: estamos viendo una historia donde los alimentos añoran ir a un lugar donde poder tener relaciones sexuales con otros alimentos, tan bizarro y elemental como suena. Tómelo o déjelo (en la góndola).