La fiesta de la vida

Crítica de Rolando Gallego - EscribiendoCine

En épocas en las que los realitys de talentos culinarios abundan, desnudando el paso a paso de una torta, por ejemplo, o mostrando el detrás de escena de eventos festivos, una película como La fiesta de la vida (Le Sens de la fête, 2017), de Eric Toledano y Olivier Nakache (Amigos intocables), sirve para tomar lo efímero del fenómeno para bucear y profundizar en la Francia actual.

Con un contexto de precariedad laboral y multiculturalismo; sumado a la desvinculación de las personas producto de la proliferación de redes sociales, la película busca empatizar con sus personajes dentro de esta realidad para mostrarlos sin lugares comunes ni estereotipos.

La comedia, y el hábil guion que entrecruza personajes (interpretados por lo mejor de la actuación francesa actual) gira alrededor de una figura central: el escéptico, ermitaño y de pocas palabras Max (Jean-Pierre Bacri), el planner de todos los festejos de la clase alta y al que cientos de miles de personas le confían sus eventos a pesar de su rectitud y autoritarismo. Pero cuando su vida personal comienza a entrometerse en la rutina diaria, Max siente la necesidad de cambiar de vida para así enfrentar realmente su relación con una joven asistente (Suzanne Clément) que vive reclamándole tiempo para los dos. Por eso acepta coordinar el último gran festejo: la fiesta de boda de una pareja con muchos caprichos (Benjamin Lavernhe, Judith Chemla) en un castillo del siglo XVIII, sin saber que el desastre estará a la hora del día durante toda la jornada.

La excusa del guion con la fiesta, la música, el banquete, los invitados, las fotos, son sólo estamentos sobre los personajes, los que interactúan de manera vívida y verosímil en una lograda descripción de sus motivaciones y pulsiones. El marco del castillo, ideal para una épica sobre la vida, brinda el espacio necesario para que el “ejército” de actores puedan ir y venir afectando y desafectando al resto del equipo, en un intento por recuperar el espíritu del vodevil con enredos y confusiones que sólo potencian aún más el relato.

La fiesta de la vida funciona porque encuentra en la clásica estructura de la comedia avanzar con el drama, fusionándolos para generar una entrañable historia de amor y desamor con habilidad, desarrollando todo en un marco imponente y una moraleja final que no traiciona todo su planteo.