La fiera y la fiesta

Crítica de Carla Leonardi - A Sala Llena

Tributo a un artista emblemático del cine caribeño:

La inmensidad del océano da cuenta de la distancia que separa a Vera de su amigo Jean Louis Jorge, ahora fallecido y a cuyo espíritu le habla en voz en off contándole cuánto lo extraña y que va rodar la película que nunca filmó sobre vedettes y vampiros de la cual le habló en las afueras del teatro Le Palace en París, donde se frecuentaban en su juventud, antes de su brusco retorno a su Santo Domingo natal. Así comienza La fiera y la fiesta (Holy Beasts, 2019), nueva película en conjunto de los realizadores Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán, que hibrida el realismo documental con la ficción y el fantástico. La película tuvo su estreno en la ultima edición de la Berlinale.

Vera (Geraldine Chaplin), una mujer que roza los 70 años, llega a Santo Domingo para rodar y protagonizar Water Follies, película inconclusa de director dominicano Jean Louis Jorge, hoy de culto pero incomprendido en los años 70. Su estilo especial y transgresor se caracterizaba por emular las grandes producciones del cine clásico de Hollywood a la cuales mixturaba con el exotismo del caribe y con la extravagancia de criaturas de la noche tanto marginales como sobrenaturales. Jean Louis es entonces tanto un personaje de ficción, como el más conocido realizador cinematográfico dominicano de su tiempo, que falleció en el año 2000 en circunstancias trágicas y en cuyos guiones inconclusos está basada la película de Cárdenas-Guzmán.

A su llegada a Santo Domingo, Vera se reencuentra con diversas personas que también conocieron de cerca al realizador. Será recibida por el productor Victor (Jaime Piña, que produjo en la realidad varias películas de J.L Jorge). En una fiesta donde se reunen los amigos del difunto, que evoca los años locos de juventud compartidos y donde se proyecta en homenaje su última película, se topa con Martín (Luis Ospina, que fuera amigo de J.L), quien se ocupa de la dirección de fotografía, y con Yony (Jackie Ludueña), bailarín y enigmático nieto suyo, producto de una hija con la cual no se habló durante muchos años. El grupo se completa con Henry (Udo Kier), coreográfo y amigo de Vera.

El elemento fantástico-sobrenatural es anticipado cuando, a poco llegada al hotel, Vera se detiene en un cuadro selvático y del estanque emerge un fugaz y jocoso Victor, y a la vez en ese altar que le ha realizado Vera a Jean Louis en su habitación, hacia el cual habla y dirige sus cavilaciones en diversos momentos del film.

Vera cae en la cuenta de que los viejos amigos ya no están para acompañarla en la película y mantiene constantes desavenencias con Víctor pugnando por su libertad creativa en un contexto en el cual su memoria y sus fuerzas físicas comienzan a flaquear. Lentamente los límites entre la película y la película dentro de la película comienzan a desdibujarse. El rodaje de la exótica escena de baile rodeada de aguas alocadas vira hacia la tragedia, y entonces el paraíso selvático de la abundancia, la lujuría y la sensualidad deviene en su reverso pesadillesco a instancias de una misteriosa mano negra (¿acaso de la deidad creadora y oscura de Jean Louis?) de cuya sed de sangre ninguno de los personajes podrá escapar.

En La fiera y la fiesta, la dupla Cárdenas-Guzmán consigue correrse del clásico documental de revisionismo y homenaje. Los jóvenes realizadores logran transmitir la esencia del cine del director dominicano Jean Louis Jorge construyendo una ficción que lo evoca al retomar la atmósfera melodramática, inquietante y poblada de criaturas excéntricas que estaban presentes en sus películas. Es en medio de esta narración fantástica y poética que insertan de manera ingeniosa los usuales recursos a archivos fotográficos, fílmicos o de entrevistas al entorno cercano al artista en cuestión, logrando de este modo un mayor dinamismo. La fotografía, el sonido y el arte aportan la sutileza y belleza necesarias para acompañar las destacadas labores de Geraldine Clapin y Udo Kier, cautivantes ya desde su presencia. La fiera y la fiesta homenajea y da a conocer a un artista olvidado, pero con la dosis justa como para crear cierta fascinación que lleve al espectador a indagar en su singular filmografía.