La feliz: Continuidades de la violencia

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

IDEAS A LA DERIVA

El documental La Feliz: continuidades de la violencia, de Valentín Javier Diment, dinamita en sus primeros minutos la imagen de balneario amable que existe sobre Mar del Plata, especialmente hacia afuera. Es una posición atractiva y genera interés por lo que viene: cómo la película desarticulará todo un imaginario construido alrededor de uno de los principales destinos turísticos del país, que es a su vez -y en el reverso de lo festivo- una ciudad que lidera los índices de desocupación nacionales desde hace un par de décadas y que evidencia tremendos problemas sociales y económicos. Está claro que los creadores de La Feliz: continuidades de la violencia tienen un plan: presienten cuál es el síntoma que quieren tratar y qué lo ocasiona. El problema es que no logran en los más de 80 minutos que siguen un relato homogéneo, que nunca retoma aquella premisa, y que se pierde en una serie de recortes históricos, dolorosos y terribles sí, pero que no terminan por justificar la tesis del documental.

El recorrido histórico de la película abarca tres puntas: el crimen de Silvia Filler, una estudiante asesinada en 1971 dentro de la Universidad de Mar del Plata por integrantes de la organización paramilitar CNU (Concentración Nacional Universitaria); el caso conocido como “La noche de las corbatas”, donde varios abogados laboralistas fueron desaparecidos por la dictadura en 1977; y una serie de incidentes y hechos de violencia ocurridos en los últimos años (pintadas amenazantes, ataques callejeros contra representantes de agrupaciones políticas y sociales) cometidos por un grupo de jóvenes autodenominados nacionalistas, y con una explícita celebración de la iconografía nazi (los testimonios de sus referentes dan un poco de vergüenza ajena). Son tres episodios diferentes, pero con sus bemoles: si hay una relación más clara entre lo ocurrido en los 70’s, los delitos cometidos por estos jóvenes adoradores de Adolf Hitler guardan una relación un tanto más antojadiza. De hecho, los crímenes de la CNU y las desapariciones de la dictadura no son episodios que se puedan adjudicar en exclusividad a Mar del Plata, si pensamos en lo que la película pretende reflejar.

Hay en La Feliz… tres películas que no terminan de unirse y parecen fluir por caminos separados. Una es la que repasa el asesinato de Filler y las diversas fuerzas en pugna, con testimonios que intentan desentrañar el asunto político/ideológico de fondo. Otra es la que sigue el relato de Marta García de Candeloro, que se vale del escalofriante testimonio en primera persona para contar el secuestro y la desaparición de personas, en este caso la del abogado Jorge Roberto Candeloro. Hay en la narración de ambos hechos una duda que me resulta imposible de salvar siendo marplatense y conociendo estas historias. La información se repasa tan velozmente, que uno no sabe de qué manera pueda ser asimilada por quienes son ajenos a ella. De todos modos no pasa de ser un problema formal.

Estos dos pasajes, que recopilan información y aportan testimonios, son atendibles como herramientas de difusión y funcionan más como informe que como documental. Los problemas de la película llegan con su último pasaje, con el repaso del juicio que terminó con la condena de aquel grupo de jóvenes fascistas y con la lectura que se pretende hacer. Si algo nos enseñaron los juicios por crímenes de lesa humanidad es que no es lo mismo un crimen cometido bajo el ala del Estado que aquel cometido por organizaciones que accionen por propia determinación. La raíz del odio que sostiene esa violencia, la de la CNU de los 70’s y la de los neonazis urbanos del presente, puede ser la misma, pero en lo fáctico son diametralmente opuestas ya que unas (las de estos grupos fascistas actuales) carecen de la dimensión histórica adecuada. Querer relacionarlas como lo hace el documental es un acto un poco banal y forzado. En esa búsqueda de sentido no sólo pierde la coherencia, sino también el rumbo que se había planteado en un comienzo con aquel prólogo que queda a la deriva.