La extranjera

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

El último cuatrimestre del año suele ser una época bastante extraña en lo que se refiere a estrenos cinematográficos. Los tanques estadounidenses pasaron durante las vacaciones de invierno y Hollywood prepara los estrenos del Oscar y Navidad. Es por eso que El Secreto de sus Ojos sigue primera en la taquilla local. No hay estrenos fuertes que logren desbancarla. No se trata solamente de una fórmula exitosa. Ante la falta de competencia, en tierra de ciegos, el tuerto es rey. Por tanto, es la mejor época para que los distribuidores independientes se saquen de encima las películas europeas que fueron comprando a lo largo del año, y para que el INCAA, estrene aquellos films que quedaron en el cajón de los recuerdos.

Es por eso, que en Septiembre, Octubre y Noviembre se estrenan las 40 películas argentinas que no llegaron en el resto del año. Por un lado, es positivo que las “pequeñas producciones”, tengan salida comercial. Por otro, la salida es en los cines de siempre, con poca publicidad (a menos que hayan ganado muchos premios en el exterior), poca difusión y críticas no demasiado entusiastas. Conclusión, no hay público, no se cumple el cupo para que se cumpla el sistema de continuidad, etc, etc.

Y en esta bolsa cae La Extranjera también. Segundo film de Fernando Díaz, después de diez años trabajando para un canal documentalista francés, tras el estreno de Plaza de Almas. Parece que el “desarraigo” y “exilio” como consecuencia de la crisis económica impulsó a Díaz a contar esta historia.

María es una mujer cuarentona solitaria. Vive en Barcelona en un pequeño departamento compartido. Trabaja en el guardarropas de una discoteca. Deambula buscando un destino en su vida, aunque, a simple vista parece haberse resignado a ella. La noticia del fallecimiento de su abuelo, la obliga a viajar a un pequeño pueblo muerto, fantasma de San Luis, “Indio Muerto”, para reclamar la herencia que consiste en una pequeña chacra venida abajo. Circunstancias del destino obligan a María a quedarse más tiempo, y empezar a vivir en la chacra, por la que siente empatía, y tratar de sacarla adelante cosechando y preparando comidas a base de Algarrobo.

En principio, la mirada contemplativa de Díaz, en base a silencios, pequeñas acciones, poca información juegan a favor de la película. Hay un aura de misterio, expectativa y reflexión en el viaje de María desde Barcelona hasta Indio Muerto. Ayuda la introvertida, austera interpretación de María Laura Cali, actriz proveniente del teatro off y que solo hizo algunas actuaciones secundarias en cine. Justamente ella resulta la única revelación de la película. Física y emocionalmente Cali hace un trabajo descomunal, transformando un personaje urbano en una autodidacta estanciera rural. La conversión de ser una extranjera en su propio país a, ser parte de la tierra natal. Pero las vicisitudes que enfrenta María, sola, con clisés y toques de humor, terminan por agotarse y Díaz recurre a los convencionalismos, y lugares comunes del género: la relación con personajes del entorno, que entre caricaturescos y estereotipados, empiezan divirtiendo y terminan aburriendo. No es culpa de sus actores, el almacenero chanta que compone Roly Serrano, le viene como anillo al dedo. Arnaldo André se siente cómodo con el estanciero carismático (que cosecha soja), devenido en interés romántico (está mejor que en El Niño Pez al menos). Participa también Norma Argentina, pero lejos de aquella interesante revelación en Cama Adentro.

La película toma caminos previsibles, y para cerrar la historia, Díaz recurre al golpe bajo, y todo lo bueno que había desarrollado en la primera mitad se viene abajo. Esperemos que Cali, tenga alguna obra mejor para destacarse en el futuro.

Nuevamente, San Luis resulta un buen refugio (Un lugar en el Mundo), y una buena alternativa para cineastas que quieren contar la misma historia, resaltando la geografía local (bellamente fotografiada por Mariano Cúneo), las comidas tradicionales, las festividades gauchescas…

La Extranjera es una producción menor, para vender a turistas; irónicamente conserva el típico mensaje del cine clásico de Hollywood, citando a El Mago de Oz: “Al final, no hay mejor lugar, como el propio hogar”.