La extranjera

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

De ninguna parte

La esperada segunda película de Fernando Díaz (Plaza de almas, 1997) causa más desazón que certezas. Con un formato añejado, una historia cercana al burlesco y una serie de sobreactuaciones desmesuradas, no hace más que exponerse al ridículo ante lo pretensioso de sus intenciones.

María vuelve a un pequeño pueblo luego de la muerte de su abuelo, sus últimos años los ha pasado en Europa y al morir el viejo regresa para hacerse cargo de la pequeña chacra que este le ha dejado. En el medio un sinfín de situaciones que rondan lo inverosímil, transforman la historia en una síntesis de errores y desaciertos.

Fernando Díaz nos presenta una película pretenciosa cargada de clichés y torpezas técnicas. Planos generales casi recurrentes, fundidos a paisajes para unir escenas sin lógica y cohesión alguna, problemas en la continuidad, cierta pretensiosidad estilística a la hora de encuadrar (hay un plano idéntico pero de distinto ángulo de un cartel similar al que aparecía en Rey Muerto (1995), el corto de Lucrecia Martel que integró la serie de Historias Breves), una marcación actoral donde todo tiende a la sobreactuación, además de un centenar de fallas técnicas que no hacen más que confirmar el rumbo equivocado que se tomó al construir la película.

Arnaldo André que interpreta a una especie de terrateniente, nos muestra su peor faceta como actor, un personaje estereotipado, que intenta ser serio pero que termina causando risa. El personaje de María Laura Calí tiene peor suerte, su personaje es tan ridículo e insostenible que se convierte en una de las peores actuaciones que ha dado el cine argentino de los últimos años.

La extranjera tiene todo lo que una película no debe tener: mala cinematografía, malas actuaciones y un pésimo guión que, para colmo de males, trae final con mensaje. Imagínese que Enrique Carreras filme una historia de Lisandro Alonso, dando como resultado un bochornoso desastre del tan degradado cine argentino.