La extraña vida de Timothy Green

Crítica de Miguel Frías - Clarín

El hijo de la lágrima

De a ráfagas con humor, casi siempre con calculado sentimentalismo, La extraña vida de Timothy Green es una fábula sobre la paternidad/maternidad, con sus frustraciones, errores y remordimientos incluidos. Una película que se permite cierta fantasía alocada y oscura (en manos de Tim Burton habría sido un gran filme; es decir: otro filme), pero que luego cae en casi todos los tópicos de la corrección política de Disney. Y en cierto tono meloso. Uf.

El filme se centra en Jim y Cindy Green (Joel Edgerton y Jennifer Garner), un matrimonio que no puede tener hijos y que, para distraer a la depresión, se sienta a anotar las cualidades que querría para un posible chico. Esas ilusiones van a parar a papeles; los papeles, a una cajita; la cajita, a la tierra del jardín. Esa noche se desata una tormenta. James y Cindy se despiertan por unos ruidos y, en una habitación, encuentran a un chico de once años totalmente embarrado y con... hojitas de árbol que le brotan de las pantorrillas.

Timothy no les da más datos que su nombre, y ellos no se los preguntan. Simplemente, aceptan que el chico los llame papá y mamá, y lo tratan como a un hijo biológico. Que el director de la película, Peter Hedges, no busque dar explicaciones racionales es un punto a favor. Pero llegada de Timothy, un chico de inocencia vegetal, generará complicaciones concretas con el resto de la familia, con sus compañeros del colegio e incluso con los jefes de sus padres inusualmente primerizos.

La película abarca demasiados temas: la discriminación al distinto, los padres ausentes (los de Jim), las frustraciones propias puestas en los hijos, la ecología y hasta las injusticias laborales.

Con el correr de los días, Timothy, que conoce a una chica tan extraña como él, comienza a perder sus hojitas distintivas. Algunos imaginarán hacia dónde va la cuestión. En cualquier caso, preparen los pañuelos.