La extorsión

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

El cine argentino industrial y de género está aceitado y los resultados son cada vez más alentadores, sobre todo cuando la película viene con el respaldo de gigantes de la distribución, como La extorsión, dirigida por Martino Zaidelis y protagonizada por Guillermo Francella, que, además de tener a Warner Bros., HBO Max y Particular Crowd (TNT) como distribuidores, cuenta con productores (Juan José Campanella, Axel Kuschevatzky, Tomás Yankelevich y Hernán Musaluppi) que aman lo que hacen.

La película de Zaidelis se enmarca en el thriller con aviones y el policial de espionaje que mezcla a empleados del Estado, mafiosos y policías corruptos, dejando en manos de Francella la responsabilidad de llevar la historia a buen puerto. Y vaya si lo logra, porque La extorsión crea atmósfera y tensión y tiene un ritmo propio de las buenas películas de suspenso norteamericanas.

Alejandro Petrossián (Francella) tiene 58 años y es el piloto de vuelos internacionales a quien obligan a hacer los trabajos sucios de la Inteligencia del Estado, representada por Saavedra (Pablo Rago). Alejandro está casado con Carolina (Andrea Frigerio), azafata de la misma empresa, y tiene una hipoacusia que lo compromete, aunque sigue trabajando gracias a una médica (y amante) que le firmó los estudios como si estuviera todo bien.

El dato de la sordera (y de la infidelidad) es usado por Saavedra para extorsionar a Alejandro y pedirle el trabajo secreto, que consiste en llevar valijas en cada vuelo que haga a Madrid. Saavedra le explica lo que tiene que hacer, además de darle instrucciones por si se ve en apuros con la policía del aeropuerto, que tiene como jefe a Mario Aldana (Carlos Portaluppi), quien no tarda en darse cuenta de lo que está pasando.

De este modo, las dos caras de estas áreas de seguridad del Estado quedan contrapuestas para que la película pueda señalar, con los códigos del género en el que se enmarca, una corrupción que no termina con el encarcelamiento de los responsables, lo que la convierte en una película pesimista.

Saavedra le dice a Alejandro que lo único que tiene que hacer es llevar las valijas e intercambiarlas en un baño público. El tipo con el que tiene que hacer el cambio es Porchietto (Alberto Ajaka), el mismo que al comienzo de la película le dispara tres tiros a quemarropa a otro piloto que hacía lo mismo que Alejandro.

Todo cine de género es político y La extorsión desmantela un entramado oculto que involucra a algunos poderosos que trabajan para el Estado, mostrándolos como unos matones comunes y corrientes, y, por eso mismo, sumamente peligrosos. El personaje de Rago es un villano capaz de matar o de mandar a matar a plena luz del día sin ningún problema.

Las piezas que mueve La extorsión están sobre la mesa y el director sabe cómo llevar el suspenso con pulso. Las actuaciones son de un profesionalismo intachable y la trama se desenvuelve con ritmo y con una edición que la hacen efectiva y entretenida, a pesar de algunas decisiones apresuradas en los últimos minutos.