La estafa de los Logan

Crítica de Catalina García Rojas - Visión del cine

La estafa de los Logan marca el regreso del director Steven Soderbergh a la gran pantalla. Esta vez desde una trama mucho más cómica y ligera que en sus trabajos anteriores, pero que mantiene los mismos elementos planteados en su famosa trilogía La gran estafa.
El núcleo fuerte de la trama, al igual que en La gran estafa, es la ejecución perfecta de un robo. Lo único que ahora el escenario cambia completamente y se sumerge en un pueblito pequeño de Carolina del Sur: West Virginia.

Los principales protagonistas, como bien lo anticipa el título, son los Logan, una familia sin suerte y que según la comunidad está maldita. Uno de los integrantes es el hermano mayor Jimmy (Channing Tatum), quien en su juventud estaba destinado a una gran carrera en el NFL hasta que se lastimó su rodilla, una vez más el típico sueño americano sin cumplir. Divorciado de su mujer (Katie Holmes) y con una hija, la misma lesión hace que lo despidan de su trabajo como obrero en una constructora. Frente a esta injusticia, Jimmy recluta a su hermano menor Clyde (Adam Driver), un ex combatiente que perdió uno de sus brazos en la guerra de Irak, y a su hermana Millie (Riley Keough) para revertir su destino.

El objetivo es apoderarse de los ingresos de la gran carrera de autos Coca Cola 600, a realizarse en el Charlotte Motor Speedway. Al trabajar en la construcción de la pista, Jimmy sabe cómo trasladan el dinero. Su idea consiste en seguir un listado de reglas: tener un plan, tener un plan B, establecer comunicaciones, elegir correctamente un equipo, esperar lo inesperado y por sobre todas las cosas, saber cuándo retirarse.

Pero lo más importante y la principal colaboración que necesitan es Joe Bang (Daniel Craig), un criminal famoso por explotar cajas de seguridad de los bancos y que está cumpliendo su pena en una penitenciaría local. Para sorpresa de Bang, su fuga está entrelazada con la mecánica del robo. Así es como los Logan se sumergen en la ejecución del plan perfecto, superando las expectativas de toda la comunidad sureña.

Como en sus otras películas, Soderbergh se enfoca en los detalles que definen a sus personajes y toda la metodología que necesitan para ejecutar sus planes. En esta ocasión, la gran elección de elenco funciona correctamente con el humor particular del guion. Cada uno logra destacarse en al menos una escena. La mejor interpretación se la lleva Craig que incursiona sin ningún problema en un papel alejado de lo que estamos acostumbrados a verlo, confirmando sus capacidades cómicas.

A pesar de estar plagada de situaciones ridículas y no siempre coherentes, la película se defiende por los momentos graciosos que surgen de la dinámica comunicación entre sus personajes. El ambiente sureño influye directamente en ese sentido. Pero sin ir más lejos, los viejos hábitos de Soderbergh en la trilogía de La gran estafa, resuenan en su nuevo film. Sólo que esta vez profundiza más en sus protagonistas, sin darle tanta importancia a la ejecución del robo.