La espuma de los días

Crítica de Paula Caffaro - CineramaPlus+

EL AMOR EN REVERSA

La espuma de los días es la anteúltima película del francés Michel Gondry quien con su imaginario surrealista y su siempre confortable “toque crítico” invita nuevamente a la experiencia de viajar a mundos soñados donde los temores o las ilusiones cobran vida, en general, en forma de pesadillas. En esta oportunidad, y en un registro que combina la ficción con la animación, Gondry propone la adaptación de La espuma de los días, una novela de Boris Vian publicada en 1947.

Para comenzar se hace necesario indagar en el título de la obra de la cuál Gondry se sirve sin variaciones. La espuma de los días en algunas partes de mundo pero Amor Índigo en otras. Ambas opciones cargadas de sentido ya que para la primera, el concepto de espuma revela el carácter efímero y banal, en este caso, de una relación de pareja. Mientras que para la segunda, hace referencia a un tema de Duke Ellington que es uno de los caballitos de batalla del filme, un baile que enamora, un baile cuyos danzantes se comprometen a la vida en pareja.

Sin embargo, lo que el título de la obra parece evocar es la inevitable verdad de que todo lo bello tiende a desaparecer. Porque la felicidad no dura para siempre y se presenta frágil y etérea. Entonces Gondry recupera este sentido y lo plasma en una película que, lejos de las clásicas historias de amor (donde el amor se presenta como la salvación mágica) se manifiesta como una sombría realidad existencialista: la angustia de saber que el fin está latente desde el primer segundo de vida. Por eso, La espuma de los días tiende a mostrar cómo el deterioro y el futuro desvanecimiento se hacen cuerpo en la vida de este grupo de personajes quienes funcionan como muestras de una sociedad capitalista que se lleva todo por delante, inclusive, los sentimientos.

Colin (Roman Duris) quien “cuenta con una fortuna suficiente para vivir convenientemente sin trabajar para otros” vive con Nicolas (Omar Sy) su mayordomo y dama de compañía quien lo acompaña y aconseja a diario, además de existir para su satisfacción las veinticuatro horas del día. También convive con un ratón (Alain Chabat) que se aloja en una réplica a escala del departamento de Colin (incluso tiene una copia en miniatura de las llaves de acceso a la caja fuerte). Colin degusta comidas exóticas y pasa sus días quemando el tiempo libre en la invención de un “piano-cóctel”. Mientras que Chick (Gad Elmaleh), su mejor amigo, trabaja en una fábrica y no le alcanza el dinero. Pero tiene un hobby, es fanático de Jean Sol Partre, un filósofo existencialista que dentro de pocos días dará una conferencia en el centro de Paris.

Ambos, Colin y Chick disfrutan su vida de solteros hasta que Alise (Aïssa Maïga), una bella americana se pone de novia con Chick. Colin, ante los celos, decide enamorase también, y es así como en una fiesta de la alta sociedad conoce a Chloè (Audrey Tautou). En seis meses exactos, se casan y en la luna de miel, Chloè aspira involuntariamente un nenúfar el cual le causa una grave enfermedad. A partir de aquí la vida holgada del tiempo libre, las fiestas y los cóctels se transforma en la pérdida sistemática de la fortuna de Colin a favor de un costoso tratamiento del cual nadie confía.

Colin tendrá que comenzar a trabajar mientras que su mansión se va transformando en un pantano cuyas medidas se van reduciendo progresivamente al ritmo del vaciamiento de la caja de seguridad. Las exóticas comidas se transforman en sandwichs, el piano-cóctel tiene que ser vendido y el arte abstracto que engalanaba los rincones de la vivienda ahora viraron a floreos plásticos sin ningún tipo de belleza.

La espuma de los días es una película Gondry. Es decir, tiene todos aquellos elementos que a esta altura lo legitiman como un autor de cine. Es el uso recurrente de la estética y la temática del surrealismo mezclado con un ambiente de fuerte crítica social, económica y cultural, además de su gusto por la música, lo que hace de su filmografía un corpus selecto de deleite audiovisual.

Ambientada en un Paris ficticio, el filme logra condensar en ciento treinta y un minutos la ingeniería de una ciudad capital inmersa en la lógica de un capitalismo tradicional y poderoso: el abismo entre la clase alta y la baja, la división del trabajo, las reformas edilicias y hasta las atracciones turísticas como signos de una sociedad que vive para consumirse sin tener tiempo en detenerse a pensar (justamente Chick es quien gasta su tiempo leyendo filosofía razón por la cual es pobre).

Situada en un tiempo y espacio conocido, pero enrarecido (podrían ser los años cincuenta) Gondry opta por una narración lineal y estructuralmente tradicional. Sin embargo, le aporta su valor agregado cuando decide empezar por el final. La cronología de las acciones muestran en reversa la representación de una historia de amor clásica en donde “un chico conoce chica se enamoran y…”. En vez de transitar el camino del infortunio a la buenaventura luego de conocer el verdadero amor, el cineasta muestra cómo el amor conduce al protagonista a la peor ruina. Interesante punto de vista que revela la capacidad de un realizador provocador enmarcado en la lógica del cine contemporáneo.

La espuma de los días funciona como una gran metáfora de la vida “real” de las personas, pero también invita a la reflexión sobre la no perdurabilidad de los instantes de felicidad y todo aquello que nos da motivos para continuar viviendo. Algunos se refugian en la expansión de su intelecto, otros pasan sus horas inventando objetos inútiles.

Por Paula Caffaro
@paula_caffaro