La espuma de los días

Crítica de Marianela Santillán - Proyector Fantasma

Vasos vacíos

Luego de bastante retraso, llega a los cines porteños la última película dirigida por Michel Gondry, realizador francés, que saltó a la fama por ser director de memorables videos musicales.

El film nos muestra decenas de elementos surrealistas desde el comienzo: zapatos que caminan -y corren solos-, un ratón con rostro humano, un curioso despertador, utensillos de cocina que tienen vida propia, e incluso personas que al bailar, deforman y alargan sus piernas. Todas estas características cuasi oníricas son parte de Mood Indigo o La espuma de los días, y para los seguidores o espectadores habituados a la obra audiovisual de Gondry -ya sea en la pantalla grande o no- nada de esto, ni de la estética que la película utiliza, es demasiado novedoso.

La trama -basada en la novela póstuma de Boris Vian- nos presenta a Colin (interpretado por el polifacético Romain Duris), un hombre alegre que busca enamorarse pero no tiene demasiado éxito, ni conoce demasiado sobre “técnicas de conquista”. Sin embargo, una noche asiste junto a su mejor amigo (Gad Elmaleh) y su cocinero que hace las veces de asistente (Omar Sy) a una fiesta en la que conoce a la bella y encantadora Chloe (Audrey Tautou). La mutua atracción surge casi instantáneamente y a partir de allí la película toma un tono más romántico pero siempre original.

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Hacia la mitad del film, el estilo del relato cambia paulatinamente a partir del descubrimiento de una peculiar enfermedad en los pulmones de Chloe, y con este cambio, el color del film se va modificando y perdiendo a medida que el cuadro clínico se desarrolla más y más, pasando de planos en tonos pasteles a colores tierra, y luego a los inevitables grises.

La dirección de arte y el vestuario del film son maravillosos y excéntricos, y sin duda resultan lo más destacable de toda la producción, junto con la banda sonora. Sin embargo, el guión no acompaña, y el resultado final es una narración vacía, extensa, densa y bastante repetitiva -sobre todo desde el comienzo de la segunda hora- en la que el foco está solo en lo visual, mientras que el relato parece ausente, generando incluso que ninguna actuación se destaque demasiado.