La esposa prometida

Crítica de Lilian Lapelle - Cine & Medios

Mujeres que esperan

La historia se desarrolla dentro de una familia que practica el hasidismo, una de las ramas más cerradas y extremas del judaísmo ortodoxo, con costumbres y ritos ancestrales. Shira (Hadas Yaron) es la hija menor de la familia, se encuentra feliz ya que su padre ha recibido una propuesta de casamiento para ella, y el joven pretendiente le resulta muy atractivo. Tanto Shira como las demás mujeres jóvenes de su entorno están pendientes y a la espera de que alguien les proponga casamiento, por la educación que han recibido ese es el mayor anhelo que pueden alcanzar, y el no conseguirlo parece un castigo divino para aquellas que ven pasar el tiempo y no logran tener una familia. Las cosas marchan bien para Shira hasta que su hermana mayor muere, dejando un viudo joven y un bebé. Ante la posibilidad de que su cuñado (Yiftach Klein) contraiga matrimonio nuevamente -esta vez con una mujer que vive en Bélgica, y para impedir que aleje al bebe de la familia-, la madre de Shira (Irit Sheleg) propone a esta que se case con su cuñado. La relación entre ellos ya no es la misma una vez que la propuesta está en el aire, surgen las tensiones, y Shira se debate entre lo que siempre ha soñado, o poner los pies en la tierra y hacer lo correcto, lo que es mejor para su familia.
La primera impresión que la película nos da es la de ser una crítica hacia la situación opresiva que viven las mujeres. Sin embargo, el saber que la directora Rama Burshtein practica también esta religión y ha realizado varios documentales al respecto observar la historia de otra manera, ni como critica ni como denuncia, sino simplemente como una historia que sucede allí, y sobre todo contada desde adentro -lo que impide que haya objetividad alguna- por alguien que ve con naturalidad lo que para la mayoría puede ser extraño, como la mujeres caminando detrás de los hombres, o esperando siempre la aprobación de su marido, su padre o su rabino.
La película está narrada de forma cercana, intimista, y sobre todo delicada, porque más allá de rituales y costumbres, la película cuenta una historia de amor, y tiene la sensibilidad suficiente para narrarla con pocas palabras.
Tanto Hadas Yaron como Yiftach Klein componen hermosos y complejos personajes, que con silencios y en una atmósfera cerrada y represiva viven una enorme transformación en sus vidas.