La esposa prometida

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Un universo diferente

Al igual que el resto de su entorno, Shira no cuestiona los arreglos de los adultos a la hora de definir casamientos entre los jóvenes. Con sus 18 años está cómoda dentro del universo del judaísmo ortodoxo y a decir verdad, está más que satisfecha con el candidato que eligieron sus padres para que sea su marido. Sin embargo, mientras sueña con su próxima boda, su hermana mayor muere y deja a un marido viudo y a un bebé recién nacido.
Entre el dolor por la tragedia y un sentido práctico y a la vez egoísta, a la madre de Shira se le ocurre que la chica puede ser la nueva esposa de su ex yerno, lo que impediría que el hombre se case con una extraña y deje de traer a la bebé a la casa de los abuelos.
Suerte de acertijo moral sobre un territorio lleno de complejas reglas, tradiciones e impulsos amorosos, La esposa prometida va trazando un mapa casi antropológico de una comunidad sobre la que se sabe poco y nada.
Así, en un segundo plano que va tejiendo una trama decisiva, diferentes personajes van influyendo en la dirección del relato, como la solterona, el rabino familiar que va maniobrando entre diferentes intereses y la madre, claro, que al igual que el resto de los protagonistas no carga con cuestionamientos desde la puesta.
Si el cine es entre otras cosas la posibilidad de asomarse a mundos diferentes para tratar de entenderlos, la película de Rama Burshtein es un claro e inteligente ejemplo de una mirada puesta sobre una historia particular –entretenida y con todos los elementos de una tragedia– pero que en ningún momento abandona la pretensión de contar un universo tan fascinante como desconocido.