La espía roja

Crítica de Santiago Balestra - Alta Peli

Una propuesta más interesante por sus ideas que por cómo las ejecuta.

Lo que motivó a quien escribe estas palabras a ver La Espía Roja es lo mismo que puede motivar a un espectador promedio a verla: la solidez actoral de Judi Dench en el marco de una trama de espionaje. Una vez contemplado el producto final, debe decirse que el poster no mentía… hasta ahí nomás: la gran dama del drama británico está efectivamente ahí desplegando su talento, y el espionaje también hace su acto de presencia. Sin embargo, el bulto de la trama se lo cargan encima una actriz diferente y un género diferente.

Idea y Ejecución

La Espía Roja tiene, en apariencia, dos claras virtudes: el desarrollo con altibajos de la vida romántica de la protagonista, y la idea controladora de que la única manera de alcanzar la paz (de cara a la separación del átomo) es el temor a la retaliación, siendo la traición a la patria un mal necesario.

Uno no puede evitar preguntarse por qué la sensación a la hora de repasar lo visto no es lo que se dice positiva. La respuesta no tarda en llegar: esta es una película de espionaje que no ahonda mucho en el mismo; el planteamiento de sus ideas dice una cosa, pero su ejecución dice otra.

Si bien es cierto que lo que motiva a la protagonista a traicionar es precisamente el amor y no podía dejarse ese tema de lado, también es cierto que al aspecto romántico goza de más desarrollo del que realmente merece: se le dedican secuencias enteras, mientras que el espionaje es reducido a escenas sueltas y, cuando no, a montajes apresurados. Como si lo que estamos viendo es una historia de amor que “oh, casualidad” está ambientada en el mundo del espionaje; y visto por cómo está construida, había una posibilidad minúscula de que se saliera con la suya… si se hubieran limitado a la línea temporal que transcurre en la segunda guerra mundial.

Pero no, no es el caso. Donde más queda expuesta esta carencia de espionaje es precisamente en la línea temporal del presente, que es donde arranca la historia. Donde la protagonista, en su versión de mayor edad, está de cara a una acusación de alta traición y donde el espionaje domina en cuanto a clima más no a narrativa. Aquí no hay romance que sostenga el relato, y la otra historia de amor, la de madre-hijo, no está desarrollada con la suficiente fuerza y hasta adquiere ribetes anticlimáticos.

Ni siquiera los interrogatorios a los que el MI6 somete a la protagonista otorgan algo de tensión. La sola existencia de esta línea temporal (por simple fidelidad a los hechos reales de los que parte), sumado a su superficialidad, es lo que revela todas las cartas mal jugadas de la película. Donde más claro queda que su intención era ser una película de espionaje con algo de romance, y el saldo final quedó en lo inverso.