La esencia del amor

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Si no es una moda estamos frente a una increíble coincidencia, dada la cantidad de películas que hemos visto en los últimos dos años abordando, de una u otra manera, el tema de la vejez. De 2012 a esta parte pasaron por la cartelera porteña: Por un lado “Amour” (2012) con un tinte extremadamente dramático, y por el otro “El exótico Hotel Marigold” (2012), “¿Y si vivimos todos juntos?” (2011), “Rigoletto en apuros” (2012), y “La sublevación” a nivel local. En el medio, entre estos dos grupos, estaría “La esencia del amor”.

Arthur (Terence Stamp) es un hombre hosco, adusto, casi solitario si no fuera porque todavía convive con su esposa quien diagnostican con una enfermedad terminal. Marion (Vanessa Redgrave) es lo contrario a su esposo, llena de vida, de buen humor y con ganas de seguir adelante con el coro local en el que participa para poder competir en un evento nacional. Claro, necesita ayuda para poder ir a ensayar y aquí es donde dos formas casi opuestas de lidiar con las vicisitudes se juntan a pesar de ambos. Eso sí. Esto puede distanciarlos pero nunca separarlos. Arthur y Marion se aman.

Cuando “La esencia del amor” empiece a sonar melodramática, el espectador deberá recordar que esta es la historia de él. De cómo Arthur debe cambiar la forma de encarar el resto de su vida si quiere reconciliarse con el mundo.

La realización le suma a este desafío dos subtramas leves para rodear el tema principal: la tambaleante relación que Arthur tiene con su hijo y su nieta, y el desarrollo del evento del coro geriátrico que sirve en más de una oportunidad para descomprimir la tensión dramática frente a la enfermedad, aunque en realidad luego tendrá otra preponderancia en la vida del protagonista. Esta subtrama no es el evento en sí, sino una mirada a la vida de Elizabeth (Gemma Atherton) una maestra de música en sus veintipico de años que coordina a los ancianos porque los quiere, porque ama lo que hace pero sobretodo porque tiene dificultades para relacionarse con gente de su generación. Allí, en el coro, encuentra personas “que la escucha y le importa lo que hace”

Para llevar adelante un guión que transita más o menos por un andarivel predecible, como sucede con las referencias anteriores, es necesario un elenco que resalte con su talento los desniveles de algunos diálogos. Vanessa Reagrave y Terence Stamp (que curiosamente no trabajaron juntos hace como cuarenta años porque el se negaba a cantar) le dan el tinte ideal a sus personajes. Ella con un registro muy natural, y él manteniendo esa rigidez que alguna vez lo llevó a interpretar algún que otro villano. La dirección de Paul Andrew Williams no escatima en lágrima fácil, pero hay en ello una segunda intención que es la de aportarle al protagonista las razones para ratificar su personalidad que a su vez sirve para darle el lugar a modificarla para reconciliarse con la vida.

“La esencia del amor” no pretende ser más profunda de lo que es y en eso reside su mayor virtud, además del talento de un elenco que lleva todo a buen puerto.