La era del rock

Crítica de Daniel Cholakian - CineramaPlus+

ESOS RAROS PEINADOS NUEVOS

Canciones conocidas reversionadas, coreografías muy poco creativas y un desarrollo básico a favor de los “buenos” y en contra de los “malos” en este musical sobre el mundo del rock en los 80 que no hace referencia alguna a la cocaina.

El rock es un movimiento cultural con base en la música, que tiene expresiones nacionales y regionales, tiene también “eras”. Los años ochenta en Estados Unidos dieron a esta expresión una conformación bastante particular, donde confluyeron el rock más duro y tradicional o la vertiente más cercana a la canción con la noción de espectáculo. Esto generó un fenómeno que se expresó claramente en el desarrollo de las puestas en escena, la reconformación de los músicos como showmen, los vestuarios y, por sobre todo, los peinados elevados y recargados de fijador.

La era del rock, película basada en una comedia musical estrenada en los teatros de Broadway, se propone dar cuenta de este mundo en ese momento con afecto y una apropiada caricaturización de los protagonistas. La película es la historia de una joven aspirante a cantante de rock que viaja desde su pequeño pueblo hasta a Los Ángeles a cumplir su sueño, y se encuentra allí con un joven trabajador de un bar que se presenta como la meca del rock ochentoso, “El Strip”. Ella ingresa a trabajar allí, se enamora y parece concretar sus sueños, hasta que se produce un malentendido la misma noche en que se presenta allí Stacy Jaxx, el ídolo máximo del “metal”.

Lo que sigue es todo lo esperable. Canciones conocidas reversionadas, coreografías – en este caso muy poco creativas – y un desarrollo a favor de los buenos y en contra de los malos.

Las contras parecen ser más que los pros. Más allá de los convencionalismos exagerados, la coreografía y la puesta en escena son remanidas y la muy pobre calidad vocal y actoral de los protagonistas llevan la película por una mala senda. La chica rubia y el chico trabajador cantan como en un casting para una comedia musical más parecida a La novicia rebelde que a jóvenes rockeros que aman el metal.

Es cierto que el oficio y el trabajo comprometido de los “viejos”, especialmente Tom Cruise, aporta gracia y ciertos momentos intensos y divertidos. Pero esto no alcanza para hacer de esta una obra completa, creativa y atractiva, simplemente son toques atractivos en una película en el más puro formato televisivo.

Cabe preguntarse, finalmente, si el título tiene alguna justicia con la historia del rock. No, no la tiene. Es una creación de mercaderes de la comedia musical mainstream que aprovechan el rock para su propio negocio. Es cierto que los ’80 abrieron también la puerta al negocio y tras él se fue mucho de la música. Lo que podríamos debatir – aun cuando el debate le queda grande a la película – es cual fue la importancia que tuvieron en esa transformación las tendencias conservadoras de las sociedades sajonas de aquellos años. De modo que tal vez el enfrentamiento no haya sido entre dueños de “catedrales” del rock y políticos republicanos.

Para cerrar, ¿cómo se puede contar el mundo del rock en los ochenta sin insinuar siquiera la existencia de la cocaína?