La educación del Rey

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Se puede educar al soberano en un aula, con libros, o en la calle, con revólveres: esta última opción elige Vargas cuando al patio de su casa cae del cielo Reynaldo, que viene huyendo de la policía. El beneficio es mutuo: al hombre le da un entretenimiento en sus primeros días de jubilado; al adolescente, un techo y un refugio. Porque no sólo la ley lo está buscando.

La opera prima de Santiago Esteves se propone ser, a la vez, un policial y una película de iniciación. Y consigue funcionar en los dos terrenos, apoyada en un guión sólido y las creíbles actuaciones de todo el elenco, con Germán de Silva (quizás el mejor “that guy” del cine nacional) y el debutante Matías Encinas a la cabeza. Para Reynaldo, Vargas es un señor Miyagi, una figura paterna que encuentra a quién legarle las habilidades de guardia de seguridad que ya no va a usar.

La relación entre ellos va creciendo a pura sequedad, sin caer en moralinas o apelar a la emoción fácil. Y, mientras tanto, a la par va aumentando la tensión de la trama de corrupción y delincuencia que los acecha, tanto en las calles como en los alrededores de Mendoza: el paisaje cordillerano termina de darle el marco ideal a esta atrapante historia.