La deuda

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

“La deuda”, de Gustavo Fontán
Por Ricardo Ottone

El de Gustavo Fontán es un cine de sensaciones, donde más que el argumento importan las atmósferas, los sonidos, las texturas. Dentro de una filmografía prolífica compuesta de films de ficción, documentales y otros más indefinibles que podríamos llamar contemplativos o poéticos, La deudaestá en el grupo de películas con una premisa argumental más tradicional. Esta premisa es simple y es la siguiente: Mónica (Belén Blanco) tomó el dinero del pago de un cliente en la empresa en el que trabaja. No sabemos para qué, sí sabemos que no es la primera vez que lo hace. Un compañero la descubre y le advierte que al día siguiente deberá reponer ese dinero, unos 15.000 pesos, antes que los jefes se den cuenta. Mónica dispone de una noche para reunir esa suma y así salvar su trabajo y además no perjudicar a su compañero.

Acompañamos entonces a Mónica en su deambular nocturno, mientras visita o se encuentra con parientes, amigos o conocidos, gente con la que tiene un lazo estrecho o una relación ambivalente, a los cuales apelará de diferentes formas. En principio lo que nos preocupa es ver si logra conseguir el dinero y salvarse, pero con el correr del tiempo eso pasa a segundo plano, y de lo que se trata ya es de acompañar a Mónica en su periplo emocional. En dar cuenta de su interioridad, que en principio es elusiva ya que Mónica es un personaje impenetrable, o más bien trata de serlo, que trata de cerrarse, pide ayuda a regañadientes y no quiere mostrar debilidad ni fisuras. Sin embargo, con el transcurrir de la noche, a su máscara se le empiezan a notar cada vez más las costuras.

Belén Blanco se maneja con sutileza en esa actitud de develar fragilidad y a la vez tratar de esconderla, entre la actitud desafiante, que hace que declare muy suelta de cuerpo que no le importa que la echen, y a la vez ceder cuando la impostura se le vuelve insostenible. En ese momento donde el cuerpo se le rebela, le agarra un ataque de asma en el auto y termina en una guardia de hospital, a la que se resiste a ir y de la que se retira lo más rápido que puede cuando logra reponerse lo suficiente y volver a armarse.

La cámara sigue a Mónica constantemente pero a cierta distancia, mayormente en planos largos, como tratando de no ser intrusiva, de no vulnerarla, de respetar su voluntad de revelarse sólo hasta cierto punto. Este seguimiento no tiene por fin descubrir por qué ella hace lo que hace, en qué se gastó la plata o si tiene alguna condición que la hace caer en esa situación una y otra vez. Eso no se nos informa y no es lo que interesa. Conocemos algo de su familia, algo de sus relaciones sociales, pero hay una parte que queda tras un velo, apenas insinuada.

En este periplo vamos siguiendo las situaciones pero a la vez podemos detenernos en detalles aparentemente insignificantes, casi abstractos, como puede ser el plástico flameando por el viento en un camión en la autopista. Para esta propuesta de un cine poético donde lo sensorial es protagonista, es fundamental el rol del sonido, y en particular de la fotografía, que nuevamente está a cargo de Diego Poleri, colaborador habitual de Fontán, con quien viene trabajando desde El árbol(2006), y que logra aquí una atmósfera de melancolía, de soledad e incomunicación y a la vez de estremecedora belleza. Fontán viene construyendo una filmografía coherente, personal y sensible que, ya sea en sus películas más experimentales o en aquellas, como esta, más conscientemente narrativas, está cargada de misterio y sugestión.

LA DEUDA
La deuda. Argentina, España, 2019.
Dirección: Gustavo Fontán. Intérpretes: Belén Blanco, Marcelo Subiotto, Leonor Manso, Edgardo Castro, Walter Jakob, Andrea Garrote, Pablo Seijo. Guión: Gustavo Fontán, Gloria Peirano. Fotografía: Diego Poleri. Sonido y Música Original: Abel Tortorelli. Edición: Mario Bocchicchio. Arte y Vestuario: Alejandro Mateo. Producción Ejecutiva: Lita Stantic, Silvana Di Francesco. Co-producción: Pedro Almodóvar, Agustín Almodóvar, Esther Garcia. Jefatura de Producción: Martín Rago. Duración: 74 minutos