La delicadeza

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

La clave del amor

Más que delicada, la película de los debutantes David y Stéphane Foenkinos quiere ser simpática, distinta, "pop": de allí los acentuados contrastes drámaticos y sentimentales de La delicadeza, las irrupciones abruptas de ciertas escenas teñidas de irrealismo, la música de fondo que suena a una caja musical (por ahí también se escucha It´s a wonderful life de Sparklehorse, siguiendo la moda de las bandas de sonido indie chic), y, por encima de todo, el rostro y la figura icónica de Audrey "Amelie" Tatou, ideal para películas que, como ésta, se pasean en la cornisa entre lo cursi y lo encantador.

Tatou es Nathalie, una joven que, a la vez que consigue un trabajo fijo de tintes burocráticos y parece encauzar su vida hacia el matrimonio y la maternidad, pierde a su prometido de repente en un accidente. Su soledad y angustia durarán más de tres años, en los que se convertirá en una férrea trabajadora y hasta conseguirá su ascenso; todo ante el acecho intermitente de su jefe, Charles (Bruno Todeschini), quien se fijó en Nathalie desde la primerísima entrevista laboral, aunque las negativas de ella son terminantes.

Ya bien avanzado el filme, sucede algo inexplicable, insólito: Nathalie besa de la nada en la boca a un subalterno suyo, un sueco grandote, bonachón y torpe llamado Markus (François Damiens), quien no entiende nada, pero, de a poco, con temor, comienza a enamorarse de su jefa. Y a ella le pasa lo mismo con él, aunque los obstáculos molestos sean un jefe celoso y un ex novio muerto (Nathalie no borra al amante fallecido de sus contactos del celular, y con ello evidencia su negativa al duelo).

La delicadeza, claro, será la del paradójicamente grandulón Markus, quien puede abrirse paso en la historia y el pasado trágico de Nathalie y conmoverla de nuevo, aunque su impronta "natural" no sea la del típico galán. "Sos su tipo, sos delicado", le dice el desesperado, ebrio y cínico Charles al tierno Markus en una conversación de bar entre rivales, y tal vez tenga razón.

Tal parece ser la noble concepción del amor de esta comedia romántica francesa que, por cierto, no tiene nada de distinto, y que por otra parte hace agua de a ratos al ostentar una trama demasiado extensa y desordenada, a la que le hubiera hecho falta una buena y delicada pulida.