La dama de negro 2

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

Sólo demasiada oscuridad

El film viene, al igual que su antecesor, de la mano de Hammer, la mítica productora de títulos relacionados con el género de terror en décadas pasadas que ahora intenta reflotar climas góticos alimentados por presencias fantasmagóricas.

Luego de la primera parte que protagonizó Daniel Radcliffe llega esta continuación que ambienta la acciòn en tiempos de guerra y dispara el terror sobrenatural.

Un grupo de ocho niños evacuados de Londres durante la Segunda Guerra Mundial son llevados por la directora Jean Hogg -Helen McCrory- y la joven maestra Eve Parkins -Phoebe Fox- a un pueblo rural donde se encuentra la lúgubre mansión Eel Marsh, casi en ruinas.

La dama de negro 2: El ángel de la muerte viene, al igual que su antecesora, de la mano de Hammer, la mítica productora de títulos relacionados con al género de terror en décadas pasadas y ahora en un intento por reflotar climas góticos alimentados por presencias fantasmagóricas.

A los efectivos sobresaltos y el misterio desplegado en el film original se suma ahora una vuelta de tuerca con la presencia de chicos, uno que no habla por razones que ya se sabrán y que se relaciona con el más allá, mientras otros van muriendo de manera misteriosa.

Quizás lo que más molesta del relato es la oscuridad que domina la pantalla en varios tramos gracias a una copia digital lavada y ausente de contrastes, y que dificulta la visión de los detalles que intentan asustar al espectador. Hay escenas en las que hay que hacer un esfuerzo para ver un poco más.

El tema fue visto en varias ocasiones y no despierta sorpresa alguna a lo largo de la historia -incluso el camino empantanado explota los mismos recursos- que se torna pesadillesca en el peor de los sentidos y trae a esta dama de negro que jura venganza.

Una mano sobre el hombro de la enfermera que revisa debajo de la cama o el supuesto aeropuerto construído para despistar al enemigo son sólo eslabones de una aburrida cadena de situaciones que nunca explotan y de una entidad malévola que durante décadas mantuvo su secreto.