La dama de hierro

Crítica de Rocío González - Leedor.com

La historia la escriben los que ganan…

Meryl Streep interpreta en este film a la controvertida Margaret Thatcher, única mujer que alguna vez ocupó el puesto de Primer Ministro en Gran Bretaña. El rol le valió hasta ahora el galardón a mejor actriz en los Globos de Oro, una nominación a los Screen Actors Guild Awards (el premio que los actores se entregan a ellos mismos) y al Oscar. Sin lugar a dudas es una actuación intachable, donde construye una figura de poder muy discutida tanto dentro como fuera de Gran Bretaña en los últimos treinta años, imitando sus gestos, pero a la vez aportando su propio arte.

El film comienza con Thatcher anciana y con principios de Alzheimer, alucinando con su marido muerto (interpretado por Jim Broadbent) y en el contexto de una serie de atentados de los que nos enteramos por los noticieros que ella ve. A partir de este contexto de convulsión social es que el film se estructura en una serie de flashbacks que reponen la vida de “la dama de hierro” desde su infancia, pasando por los comienzos en la militancia del partido conservador, hasta su ‘reinado’ como Primer Ministro desde 1979 hasta 1990. La película intenta en todo momento mostrar la cara pública, pero desde el filtro de la intimidad.

Es precisamente en este intento que la película se vuelve ideológicamente peligrosa: por un lado nos muestra sus acciones, que le ganaban el descontento popular (fue conocida por sus políticas neoliberales intransigentes donde el mercado se autorregulaba y dejaba a miles de obreros en las calles debido al cierre de las minas, por sus violentas represiones a las protestas sociales, por sus oídos sordos a los consejos de su gabinete) pero todo esto queda justificado por su vida privada. Era un monstruo, pero sus intenciones eran buenas…El hecho de que el personaje sea construido desde su senilidad genera una empatía con el público que tiende a disminuir sus actos, quitándole peso a la posible crítica que el film pueda tener respecto de su figura pública.

Este es el riesgo que siempre corremos al ver un cine que hace pasar por entretenimiento lo que en verdad es un modo encubierto de escribir la Historia. No es casual el contexto en el que esta película es estrenada: una profunda crisis del modelo neoliberal. Gran Bretaña, gracias a Margaret Thatcher, no ingresó a la comunidad europea y mantuvo sus libras esterlinas. Esta película, entonces, es una palmadita en la espalda para esta “patriota” que salvó una economía en los años ochenta a costa de pelear y ganar (contra todos los pronósticos de sus asesores) la Guerra de Malvinas. Guerra, que casualmente vuelve a estar en la primera plana internacional tras los dichos del Primer Ministro Cameron, alegando que somos colonialistas, y al apoyo del Mercosur y Latinoamérica a la defensa de la soberanía argentina. Pero claro, la historia la escriben los que ganan, y seguramente la versión que presenta el film de Phyllida Lloyd sea la que, desgraciadamente, quede impresa en el imaginario colectivo. Al menos hasta que otra versión de los hechos le haga frente.

Repetimos, es un film entretenido, con buenas actuaciones, pero que precisamente por todos estos elementos espectaculares se vuelve “peligroso” en el plano ideológico. Suele ser el destino de las biopics: se convierten en una especie de Biblia, donde el personaje real queda mimetizado con el de la representación.

Publicado en Leedor el 29-01-2012