La dama de hierro

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Una Thatcher que no conforma a nadie

Solo el buen reparto encabezado por Meryl Streep salva de la mediocridad esta biografía trabajosamente hilvanada de Margaret Thatcher, a quien se exalta como firme conductora de su patria y modelo de mujer, que pasó de hija de tendero a baronesa del imperio, se impuso por sí misma en un mundo de hombres, y se volvió débil recién ante la muerte de su amado esposo y compañero. Cosa curiosa, pocos quedan conformes.

Las feministas objetan que, para adjudicarle más méritos, el guión ignora la existencia de muchas otras mujeres que en esa época también incidieron en la política británica, y que, ya en el poder, muy poco hizo ella por su género.

Los admiradores, el excesivo y para muchos desagradable espacio dedicado a mostrarla en su poco presentable vejez, víctima de demencia senil, todo para lucimiento de la estrella y del equipo de maquillaje.

Los opositores, la capciosa información o directa omisión de famosas medidas socioeconómicas que dejaron el tendal de víctimas y un mal ejemplo que hoy los ingleses, europeos y estadounidenses todavía están pagando.

A todo lo cual Argentina suma otro motivo de desagrado: la triunfalista versión «tory» de la Guerra de Malvinas, con un marco admirativo para su terrible orden «¡Hundan al Belgrano!», su mensaje imperial a las tropas, etcétera.

Como es sabido, esta guerra dejó 649 argentinos, 255 británicos y nepaleses y 3 isleños muertos, y miles de tullidos físicos y morales de ambos lados, pero a ella le sirvió para una reelección. Un año antes, provocó la muerte de diez presos políticos en huelga de hambre y una larga y sangrienta represión en Irlanda del Norte. Un año después, ordenó la supresión de 20.000 puestos de trabajo en las minas de carbón de la isla, con las consecuencias imaginables. Nada de esto menciona la película, como tampoco su amistad con el ideólogo del apartheid Pieter Botha, Augusto Pinochet (lo llamó «arquitecto de la democracia chilena»), etcétera. En fin.

¿Por qué doña Streep, militante contra Ronald Reagan, encarna ahora esta propaganda de su socia transoceánica? Bueno, ¿por qué no lucir otra estatuilla en su living? Actúa muy bien, aunque, la verdad, quien mejor imita la cara de dolido asombro ante las críticas que ponía doña Thatcher, es Capusotto cuando hace de Micky Vainilla.

A destacar, Jim Broadbent (el marido), Olivia Colman (la hija), Iain Glen (el padre), Alexandra Roach (Margaret cuando joven). Guión, Abi Corman, que también escribe libretos para laboristas. Realización, Phyllida Lloyd, directora de «Mamma mia!», también con Streep.