La dama de hierro

Crítica de Beatriz Iacoviello - El rincón del cinéfilo

Entre los estrenos más importantes del 2012 se encuentra “The Iron Lady” (“La dama de Hierro”) con dirección de Phyllida Lloyd (“Mama Mía!”), cuya trama trata sobre los últimos años de la existencia de Margaret Thatcher. Meryl Streep como Thatcher es candidata al Oscar® como mejor actriz y compite, entre otras figuras, contra Glenn Glose en “Albert Nobbs”, realizada por Rodrigo García (hijo de Gabriel García Márquez).

Margaret Hilda Roberts Thatcher, Baronesa Thatcher, conocida por el apodo dado por los rusos de Dama de Hierro, ha realizado una de las más destacables carreras políticas de las últimas décadas del siglo XX. Nacida en 13 de octubre de 1925 en Grantham, una pequeña ciudad comercial en el este de Inglaterra, se convirtió en la primera mujer que dirigió una democracia en un país tan complejo como Inglaterra (en la actualidad ese liderazgo se lo disputa Angela Dorothea Merkel, a la que llaman la Dama de Hierro Alemana, y como la Tharcher forma parte un partido de derecha y es de formación científica). M. Thatcher ganó tres elecciones generales consecutivas y sirvió como Primera Ministra británica durante más de once años (1979-90), un record inigualado por una mujer durante el siglo veinte.

Proveniente de una familia liberal, M. Thatcher durante su mandato remodeló cada aspecto de la política británica: revitalizó la economía, reformó las instituciones y dio un nuevo vigor a la política exterior de la nación. Ella desafió e hizo mucho para cambiar la psicología del declive que había echado raíces en el Reino Unido desde la Segunda Guerra Mundial, persiguiendo la recuperación nacional con sorprendente determinación y energía. Su poderosa carrera política se inicia gracias al apoyo de Denis Thatcher (rico empresario y exitoso divorciado), al que conoció en una cena luego de su aprobación oficial como candidata conservadora para Dartford en enero de 1951, con el que se casó tiempo después.

Entre los logros políticos de su mandato se encuentran el soporte a varias propuestas en la educación local, incluso cuando esto era visto como una política de izquierdas. Thatcher salvó de su abolición a la Universidad Abierta y gratuita. Creía que era una forma barata de extender la educación superior e insistía que la Universidad debería experimentar admitiendo estudiantes que salían de las escuelas para adultos.

M. Thatcher fue uno de los pocos miembros del parlamento en apoyar la proposición de Ley de Leo Abse para despenalizar la homosexualidad. Al final de los años 1960 dos parlamentarios, Leo Abse y Arthur Gore (Lord Arran) propusieron por medio de un proyecto reformar las leyes de delitos sexuales, humanizar las formas penales que trataban sobre los homosexuales. Las secciones 61 y 62 de la Offences Against The Person Act 1861 calificaba como delito cualquier práctica homosexual, condenándolas a penas que iban desde las multas a penas de prisión que podían llegar a la cadena perpetua. Por lo que los hombres homosexuales eran perseguidos y condenados por actos sin perjuicio a terceros, es decir, entre adultos que consentían, lo que era fuertemente criticado, llegando al extremo en 1895 de condenar a Oscar Wilde a trabajos forzados, tras haber perdido el juicio contra John Sholto Douglas, padre de su joven amante.

También votó a favor de la proposición de Ley de David Stell para legalizar el aborto en caso de deficiencias psíquicas o físicas de feto, o incapacidad de la madre para hacerse cargo del niño. Según explicaría más adelante su postura en estos asuntos estaba basada por experiencias propias y sufrimiento ajeno. Se mostró a favor del mantenimiento de la pena capital (1965) y votó en contra de facilitar los divorcios.

Los británicos y su historia en el cine

El cine británico es muy afecto a rescatar las figuras de personajes de su historia que han influenciado en la política internacional desde las primeras propuestas en los primeros años del cine mudo con “Richard III” de Max Reinhardt (1919), luego vendrían: “La vida privada de Enrique VIII” de Alexandrer Korda, con Charles Laughton (1933), “María Estuardo” de Jhon Ford, con Katharine Hepburn (1936), “The Private Lives of Elizabeth and Essex” de Michael Curtiz, con Bette Davis (1939), “Richard III” de Laurence Olivier (1956), “Un hombre para la eternidad” de Fred Zinnemann, con Robert Shaw (1966), “Ana de los mil días” de Charles Jarrot, con Richard Burton (1969), “Las seis esposas de Enrique VIII” de Warris Hussein, con Keith Michell (1972), ”El príncipe y El mendigo” de Richard Fleischer, con Charlton Heston (1977), “Richard III, de Richard Loncraine, con Sir Ian McKellen (1995), “En busca de Ricardo III” (“Looking for Richard”) de Al Pacino (1996), “King Rikki. The Street King” de James Gavin Bedford (2002), “Las hermanas Bolena” de Justin Chadwick, con Eric Bana (2008), y un extenso etcétera.

Entre las reinas Isabel I es la que tuvo el mayor número de representaciones en la pantalla, y el último Oscar® se lo llevó Hellen Mirren en la interpretación de Isabel II en la producción “La reina” de Stephen Frears (2006).

Una mirada a Margaret Thatcher: La soledad del poder

“La dama de Hierro” (“The Iron Lady”) rescata la una figura de una mujer en el ocaso de su vida, quien al conversar con su marido muerto (Jim Broadbent) recuerda fragmentos de su historia. Es un filme convencional con el guión irregular de Abi Morgan, por momentos fallido y sin emoción, se desentiende de todo tipo compromiso y es sumamente condescendiente con un personaje tan conflictivo como Margaret Thatcher. Sólo el maravilloso trabajo interpretativo de Meryl Streep salva a la producción.

Si bien la realizadora pasea al personaje entre pasado y presente, en una combinación de escenas superpuestas, poco puede descubrir el espectador de quien fue en realidad Margaret Thatcher. Toda su actividad política, su vida parlamentaria, los problemas sociopolíticos de su gobierno –terrorismo, huelgas y guerras- y once años de Primera Ministra, se muestran a vuelo de pájaro, sin profundizar en ningún aspecto en particular. El espectador tendrá la sensación estar mirando una colección superficial de fotos que poco tienen que ver entre si.

En especial a la cuestión de la Guerra en las Malvinas se le dedicó unos cuantos cuadros más que a otras guerras, pero sin mayor aporte, fue sólo una mención a que la guerra se precipitó por culpa del dictador de turno en la Argentina.

El tema central es la demencia senil que se ha apoderado de la Sra. Thatcher. Ésta obliga a reflexionar sobre el fin de las personas que llegan a esa edad o más. A la soledad y el aislamiento a que están expuestas y la no comprensión por parte de los familiares. A esa edad se maneja otra realidad, que se relaciona con fantasmas y recuerdos lejanos y no con hechos cotidianos. Además se debe tener que aceptar las limitaciones de los años y el no poder valerse por sí misma como en la juventud, depender de los otros, ya sea familiares o su dama de compañía. La rabia frente a esta nueva situación de vida es la respuesta de esta anciana, otrora poderosa mujer.

“La Dama de Hierro” es un filme sin vehemencia, frío y distante, más bien pensado para conseguir la preciada estatuilla dorada, con buena fotografía, montaje y banda de sonora, pero que por momentos aburre. Phyllida Lloyd no logró descontracturar un guión que desde el comienzo está encorsetado en la visión de una mujer con demencia senil que no puede deslindar pasado y presente, que lo único cierto es que la soledad la acompaña desde sus tiempos de transitar el poder. La única escena que refleja muy bien esta situación es cuando Thatcher se queda sola en medio de un gran salón y todos los hombres que la rodeaban se van.

No obstante hay que hacer hincapié en trabajo de Meryl Streep, quien desaparece no sólo bajo el maquillaje sino en su actitud corporal, gestos, voz y acciones para dar paso a Margaret Thatcher y a su obsesión por el poder.