La dama de hierro

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

A sólo una semana del estreno de J. Edgar, la gran biografía cinematográfica de un fuerte líder del poder político, La Dama de Hierro, sobre la controvertida Primer Ministro conservadora de Inglaterra, Margaret Thatcher, ofrece un personaje mucho más conocido por históricas razones. En este caso con dos particularidades artísticas relevantes, una cineasta mujer, Phyllida Lloyd, y el protagonismo de la descomunal y siempre inspirada
Meryl Streep. La Lloyd viene del musical Mamma Mia! en el que también dirigió a la Streep, y pese a que aquí se introduce en un film de características opuestas, demuestra gran ductilidad, sensibilidad e inteligencia para abordar una temática riesgosa. Entre Edgar Hoover y la Thatcher existen claros puntos de contacto, como la ideología de derecha de ambos y el hecho que hayan privilegiado su carrera por el poder a los afectos, entre otros
detalles. Pero mientras que Eastwood optó por una estética contenida, exhaustiva y rigurosa, el tono de la Lloyd es más frontal y visceral. Potentes biopics en las que J. Edgar sea acaso una obra de arte dentro de este subgénero.

En este sentido La Dama de Hierro parece ofrecer mayores condescendencias hacia la señora en cuestión, pero también muestra su autoritarismo incontenible, su desprecio por las clases bajas y trabajadoras, incluyendo escenas con desesperadas movilizaciones sociales y una represión policial mostrada con crudeza. La directora no deja de lado imágenes sugerentes y focaliza en una sustanciosa conducción actoral, poniendo en pantalla la lucha de una mujer común por sus ideales, abriéndose camino dentro de un universo político liderado por hombres para nada dispuestos a darle un lugar. Una porción importante del film está dedicada a la Guerra del Atlántico Sur, que significó para la estadista un triunfalismo amargo y pasajero. La Streep, más allá de su extraordinario trabajo de caracterización, dota de una carga emocional sustantiva a su personaje.