La cumbre escarlata

Crítica de Mariano Ojeda - El Lado G

El director de Titanes del Pacífico (Pacific Rim, 2013) y El Laberinto del Fauno (2006) vuelve al género fantástico y al terror con esta obra que reúne lo mejor de su inventiva: monstruos, sangre, una historia de amor y ese rechazo a dejar el mundo de los vivos. La Cumbre Escarlata (Crimson Peak) seguramente estará en esa lista de lo mejor del año y El Lado G te cuenta un poco de que se trata el film.

Guillermo del Toro nació con una imaginación propia de un genio. Cada obra en la cual se ve involucrado resulta de una variedad de colores, personajes y creatividad únicas. Cine, series y videojuegos: todo lo que toca, más allá de si el resultado final es bueno o muy bueno, tiene ese algo muy propio del director mexicano que hace del producto algo incomparable. La Cumbre Escarlata es una muestra más de esta afirmación: el tratamiento de fantasmas, el buen uso de la abundante sangre, las locaciones y las enormes referencias a la historia del cine, lo dejan claro.

Previo a transitar por la pérdida de un familiar, Edith Cushing (Mia Wasikowska), una bella aspirante a escritora, conoce a Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), un caballero británico venido a menos que acude al padre de la joven (Jim Beaver), con el fin de obtener apoyo financiero para proyectos personales relacionados con la arcilla y la construcción de una máquina. Edith comienza una relación con el señor Sharpe y juntos, ya como marido y mujer, se mudan a Allerdale Hall, la residencia de Thomas, ubicada en Cambria, Inglaterra. Se trata de una mansión en la que se percibe cierto nivel de lujo perdido a causa del paso del tiempo y el poco mantenimiento del inmueble. Allí vivirán con Lady Lucille (Jessica Chastain), la enigmática hermana de Sharpe. La mansión y sus cimientos, un terreno de arcilla que tiñe de sangre la misma nieve, empieza a manifestarse y la nueva señora de la casa comienza a recibir visitar poco agradables.

En La Cumbre Escarlata, Del Toro mezcla terror, romance y fantasía para crear un homenaje a clásicos del género como La Casa Embrujada (1963) y El Resplandor (1980). Además, el apellido de la protagonista, Cushing, hace referencia al difunto actor Peter Cushing, quien supo interpretar de gran manera a personajes de la factoría Hammer Productions, productora recordada por grandes películas de horror: La Maldición de Frankenstein (1957), Drácula (1958), El Perro de los Baskerville (1959) y La Momia (1959).

El film vuelve a dejar en claro que Guillermo del Toro sabe seleccionar a su grupo de trabajo para construir las ideas que tiene en su imaginario. La dirección de arte y fotografía, de la mano de Brandt Gordon y Dan Laustsen respectivamente, es un trabajo soberbio de parte de ambos. La paleta de colores elegida por Gordon para usar en la mansión es de un detalle sublime: ese rojo arcilla tan espeso y sangriento que se contrapone con el clima amenazante de la tormenta de nieve, funciona como un personaje por sí solo. Todo este trabajo no funcionaría tan bien si el desempeño del director de fotografía no estuviese a la misma altura. Ambos logran darle un nivel de protagonismo a la propia mansión y lo que habita dentro de ella.

Detrás de Thomas existe una figura mucho más oscura, siniestra y manipuladora, la hermosa Lady Lucille, una Jessica Chastain que se roba toda la película. Sí, era hora de que dejara de aparecer en películas de astronautas. Esa personalidad fría, con mirada amenazante y un gran talento para el piano, seduce al espectador desde la primera aparición hasta la última. Se trata del personaje más valioso del film y el más memorable.

El resto del elenco posee una correcta participación, salvo Charlie Hunnam que estuvo un poco desperdiciado. Su personaje, el doctor Alan McMichael, enamorado de Edith pero nunca descontrolado por haber perdido su cariño, se mete en el trabajo de detective, inspirado por las novelas que lee en sus tiempos libres, y se inmiscuye en una investigación para descubrir qué hay detrás del señor Sharpe, y así poder brindar ayuda a su amiga y amada. Pero poca es su participación en escena, es una figura que podría haber brindado mucho más.

Con respecto a la trama, no hay mucho que agregar, ahí no radica lo bello y atrapante del film. En lo estético y en lo visual se encuentra el principal atractivo para ir al cine a disfrutar de esta ¿cálida y hermosa? historia de amor.

El mexicano más simpático y competitivo del coleccionismo nerd volvió con un film muy diferente a su última obra, Titanes del Pacífico (2013), pero en un nivel alto como ya tiene acostumbrado a su público. Muchos querrán que retome la saga de los robots gigantes que combaten monstruos, y otros, más inclinados por el director detallista y romántico en lo narrativo que supo dirigir El Laberinto del Fauno, se encontrarán rebosantes de felicidad. Pero para todo cinéfilo, los dos perfiles le quedan de lujo y es una nueva excusa para ir al cine a ver una verdadera obra de arte.