La cumbre escarlata

Crítica de Gonzalo Arroyo - MDZ Online

El gran director mejicano Guillermo del Toro está de regreso. Luego de su última película Titanes del Pacífico (2013) , enmarcada dentro de las grandes producciones de Hollywood, como tantas otras que lo hicieron mundialmente conocido, decidió volver a sus influencias artísticas homenajeado a un género tan importante para la época dorada del cine como fue el del romance gótico.

En La cumbre escarlata el director nos deleita con un claro thriller fantástico, donde su genial narrativa logra buenas dosis de suspenso, romance y terror; sumado a su imaginario visual que se condice perfectamente con la historia. Un producto que en lo general, salvo por ciertos lugares comunes que por momentos atraviesa la historia, logra ser dinámico y atrapante.

La casa de los espíritus

La película cuenta las desventuras de Edith Cushing (Mia Wasikowska), una joven escritora de historias fantásticas que intenta lograr publicar su primera novela, la cual será rechazada por distintos editores de turno que no logran comprender por qué una mujer escribe sobre fantasmas y no sobre cursilerías románticas. Edith buscará apoyo en su padre, Carte (Jim Beaver), un poderoso empresario de la construcción de una floreciente ciudad de Nueva York que ha ganado toda su fortuna a base de años de esfuerzo y trabajo honrado.

La vida de ambos cambiará drásticamente con la aparición de un joven, apuesto y misterioso inventor británico, Sir Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), en busca de financiamiento para llevar a cabo su más reciente invento: una máquina excavadora para extraer la arcilla escarlata. Las repercusiones ante la llegada del extraño extranjero serán determinantes para el desarrollo de la historia: la joven se enamora perdidamente, mientras que su padre desconfía de sus verdaderas intenciones y hará lo imposible para alejarlo de su hija.

Hasta que se produce un asesinato, y Thomas logra convencer a Edith que se mude con él, y su manipuladora hermana Lucille (Jessica Chastain), a su lujosa mansión gótica en Inglaterra, una monumental y escalofriante propiedad familiar que esconde tenebrosos secretos.

Volver a las fuentes

Guillermo Del Toro se nutre de varios clásicos del cine de terror - y del sub género de las casas encantadas- para darle forma a su nuevo proyecto cinematográfico. Claras referencias a Rebecca (1940) de Alfred Hitchcock, The innocents (1961) de Jack Clayton, El exorcista (1973) de William Friedkin, Suspiria (1977) de Dario Argento o El resplandor (1980) de Stanley Kubrick; pero además están presentes alusiones literarias de escritores como Mary Shelley, Jane Austen y Arthur Conan Doyle.

Pero a diferencia del género de las casas embrujadas, donde la casa en sí tiene voluntad propia y un accionar maligno, en el romance gótico la casa es una extensión de los personajes que la habitan. De esta forma quedan claras las intenciones del director a la hora de revindicar un género casi olvidado en la actualidad como el del romanticismo gótico: acá no hay solo un homenaje a uno de los géneros que marcó una época de esplendor en el cine, sino que nos encontramos con una clara oposición ideológica a las producciones típicas de la industria de Hollywood, una clara toma de posición del cine que hay que recuperar y volver a ver.