La crucifixión

Crítica de Ayelén Turzi - Cinergia

Cuestión de fe

Últimamente las películas de terror se dividen entre las que son una bomba como No respires (Don’t Breath, 2016), It (It, 2017) y las que no asustan a nadie, como Siete deseos (Wish Upon, 2017), Satanic: El juego del demonio (Satanic, 2017) ). Crucifixión, dirigida por Xavier Gens (La Piel Fría, 2017) se acerca mucho al segundo bando, aunque tiene una serie de buenas intenciones que hacen que no merezca ser catalogada como “mala”.

En un lejano pueblito de Rumania, un exorcismo termina con la muerte de la monja poseída. El cura que lo practicó y otras monjas más, son condenados a prisión. Nicole (Sophie Cookson), una periodista neoyorquina, siente afinidad con el caso por motivos que no quedan del todo claros pero están relacionados con la muerte de su madre y logra que la autoricen a cubrir la noticia. Una vez allí va recabando testimonios, siendo su escepticismo el principal obstáculo a la hora de verificar que efectivamente la posesión existió.

Se nos advierte que los hechos están basados en sucesos reales, y en efecto, allá por 2005, la hermana Maricica Irina Cornici falleció en un monasterio del distrito de Vaslui, tras un exorcismo practicado por el sacerdote Daniel Petre Corogeanu asistido por varias monjas, que incluyó tres días de ayuno absoluto y crucifixión.

La película arranca con unos movimientos de cámara que, recorriendo el pueblo y el monasterio, meten al espectador enseguida dentro de la trama, en los momentos previos al exorcismo. Logran captar la atención pero el interés se diluye pocos minutos después, cuando pasamos a Nicole en la redacción del periódico donde trabaja. La protagonista no tiene nada en particular que nos genere empatía. Es una periodista que no parece enfrentarse a ningún desafío de investigación, ya que la mayor parte de la película solamente se entrevista con los allegados a la monja, sin ningún hilo conductor que la guíe.
A Nicole le pasan cosas, sí, pero ninguna es intensa como para identificarnos con ella y querer acompañarla en el recorrido: la investigación se suma al deseo de superar la muerte de su madre y a cierto interés amoroso que surge, pero son elementos aislados que fragmentan su foco antes que respaldar sus acciones. Y como el hilo de la investigación, la respuesta que fue a buscar tampoco está clara, al espectador le da lo mismo qué pase.

Hay, a través de la relación que establece con el padre Anton (Corneliu Ulici), el cura joven con quien enseguida hace buenas migas, un intento de preguntarse qué es la fe a lo largo de las diferentes conversaciones y de una complicación que surge al final, pero como todo, carece de fuerza y se termina diluyendo. Este podría haber sido el punto diferencial de la película, su identidad, su marca registrada, y queda supeditado a un par de líneas de diálogo perdidas en la trama.

En paralelo al misterio principal, vamos asistiendo a través de diferentes flashbacks a la relación de la monja fallecida con su entorno, lo cual nos abre algunas pequeñas pistas sobre la resolución general, pero con el mismo nivel de debilidad y arbitrariedad que todos los otros elementos de la trama.

Entretenida, para público poco exigente, es de esas películas que olvidas automáticamente después de verlas. Podría haber explotado mucho mejor algunas vetas, como la pregunta sobre qué es la fe o indagar en esos hechos reales que la motivan, pero elige apegarse a mostrar sucesos sobrenaturales y generar sobresaltos desde el montaje y el sonido, dando un resultado tan desganado e insulso como su protagonista.

*Review de Ayelén Turzi