La corporación

Crítica de María Paula Rios - CineramaPlus+

Yo lo soy todo. El mundo es sólo el escenario en el que obtener -utilizando a los demás – el propio placer.
Piero Rocchini.

Felipe (Osmar Nuñez) es un empresario exitoso, de posición acomodada. En apariencia su vida es perfecta, posee una casa lujosa y su mujer Luz (Moro Anghileri) es una joven preciosa, como salida de la tapa de Vogue. Todo parece resplandecer en la vida del empresario, hasta que comete su primera transgresión.

Felipe mantiene una relación estrecha con una corporación que se dedica a satisfacer los deseos o caprichos de personas adineradas. Su mujer es alquilada, es una actriz que cumple un rol, hasta el punto que las conversaciones de la pareja están guionadas.

Pero a Felipe esta vida pagada no le alcanza. Quiere un hijo y con su Luz, no con otra mujer. Los límites de la realidad se tornan difusos y se obsesiona con su esposa, la quiere tiempo completo. Cuando descubre que Luz, en realidad se llama Carla y tiene otra pareja, este se desequilibra emocionalmente e incumple todas las clausulas pactadas en el contrato.

Felipe como Narciso (el del mito) presenta empatía nula e incapacidad para captar los sentimientos ajenos; también es orgulloso y soberbio, destruye sus vínculos con los demás. Cree que está enamorado sin embargo no puede dirigirse a un ser real porque posee discapacidad para manifestar afecto. Por esto cuando Felipe logra un contacto auténtico con otro, en este caso su antigua novia, recién allí comienza su verdadero proceso de personalización, comienza a rehacer una vida supuestamente ajena a La Corporación.

La película tiene un guión muy bien desarrollado, el ritmo narrativo va in crescendo hasta detonar en pura persecución. Todo encaja perfectamente en esta trama que atraviesa géneros como el drama, lo paródico, lo fantástico y el thriller corporativo. Bajo esta fachada Forte reflexiona sobre los vínculos en una era de capitalismo feroz, donde la “egocracia” prima y los desordenes narcisistas están a la orden del día… donde el autoerotismo excesivo conlleva a la ausencia de interacción social y esta ausencia al vacío emocional.

Por María Paula Rios
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