La corporación

Crítica de Juan Pablo Schapira - Tranvías y Deseos

Ecos de género

“La corporación” se sabe y se asume de género, y de género clásico. Su encanto en principio está en no definir qué genero, sino más una atmósfera que envuelve a los géneros cinematográficos; un clima, una conciencia de los arquetipos que definen personajes y resoluciones. De hecho, son esos lugares los que sostienen esta película de Fabián Forte que navega en un terreno de imprecisión. ¿Qué tipo de empresa tiene Mentor, el protagonista? ¿Qué hacen los que trabajan allí? ¿Qué negocio están por concretar? ¿Y Luz? ¿Por qué hace eso de su vida?

Podrá parecer que el film se encarga de atar algunos de estos cabos sueltos, pero es lo otro –los géneros- lo que la película trabaja con dominio. Allí emerge el misterio que envuelve a la historia: una pequeña dosis de ciencia y un componente romántico de lo más particular. Incluso en ciertas escenas la película cobra aires de thriller. Hay referentes directos, sí. “The Game” (David Fincher), algo de Andrew Niccol. Eso es lo que se necesita para contar esta historia, para justificar sus ocurrencias más extremas y mantener el interés hasta el final.

El comienzo es una secuencia de títulos tipo “Crímenes de Oxford” (Alex de la Iglesia). La película se pone en la atmósfera de género y allí se afianza. Forte tampoco precisa de la oscuridad o la noche para desarrollar el misterio; se agarra de su otra fuerza madre que son sus protagonistas de lujo. Si hay justicia en los premios Cóndor de Plata y Sur, y si no le hacen la vista gorda al cine de género, Moro Anghileri y Osmar Nuñez son números puestos. Ellos imprimen el misterio a plena luz del día. Él, menos solemne que de costumbre y con una ambigüedad entre lo recto/forro y lo tierno/romántico que es todo un logro. Ella, la dama que siempre fue –que es-, con la sonrisa perfecta que esconde un sufrimiento inalterable.

Estos son los personajes de “La Corporación”: fuerzas que sacuden todo a su paso porque su mundo se tambalea. Ese es el clima de desesperación y la manera de interpretarlo. Y ya que el cine nacional -y cómo se da cuenta de ese elemento, al menos en mi opinión- es siempre una discusión, hay que destacar que más allá de los referentes y del género que rige (y articula un guión clásico que recorro la transformación de un personaje principal), que pueden hacer pensar en un producto desentendido de su origen, Forte se planta a dirigir con un gen argentino que le sienta muy bien a la idiosincrasia de los personajes y al lugar que hace la historia para algo de humor.