La comunidad de los corazones rotos

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

Cada cual en su mundo.

En un derruido edificio de viviendas en los suburbios, conviven varios personajes sin mucho más en común que una compartida soledad. Una actriz que no acepta el paso el tiempo y la fama que alguna vez supo tener, resulta cuestionada por un adolescente que vive prácticamente sin ver a su madre aunque compartan departamento; un mezquino vecino que queda temporalmente inválido no puede pedir ayuda a nadie, y en una de sus salidas clandestinas se enamora de una enfermera a la que le miente diciendo que es fotógrafo; a una madre que solo quiere que su hijo vuelva a casa, le cae un reemplazo del cielo cuando la cápsula que trae de regreso a la Tierra a un astronauta estadounidense se desvía de rumbo, dejándolo varado algunos días hasta que la NASA pueda ir a buscarlo sin escándalo.

Todos ellos son La Comunidad de los Corazones Rotos, sus historias paralelas le dan cuerpo a la película con una mezcla de drama y comedia, mientras hacen lo que pueden para sobrellevar una realidad de soledad rutinaria.

Con ternura tibia:
Aunque con una dosis de absurdo interesante, las tres historias de La Comunidad de los Corazones Rotos son pequeñas e íntimas, apostando más a generar empatía por sus personajes que a atrapar dentro de una trama llamativa.

Cada una a su modo refleja la tristeza de sus protagonistas con cierta ternura optimista, provocando sonrisas más que lágrimas, hasta con el despreciable vecino que -por simple mezquindad- se niega a pagar por la reparación del ascensor solo porque vive en el primer piso y no lo necesita. Mucho más querible resulta la madre argelina que sufre por su hijo que está en la cárcel y no duda en alojar al extraño que llega a su puerta: por más que no se entiendan una palabra de lo que dicen, se forma inmediatamente un vínculo fraternal entre ambos que hace desear que nunca llegue la NASA. Un tanto más compleja es la relación entre la actriz venida a menos y su vecino adolescente, aportando una mirada más adulta que la propia a su conflicto de ver pasar el tiempo con una fama que amenaza con no regresar.

El eje que mantiene de pie a La Comunidad de los Corazones Rotos es el trabajo actoral, porque no hay mucho para contar ni con palabras ni con imágenes, es ese grupo y su carisma lo que puede sostener la película. Desde la narración todo parece quedar un poco inconcluso, los personajes (insinuados como interesantes pero sin real profundidad visible) y las situaciones que enfrentan se van resolviendo, discurriendo desde el principio al final mayormente sin grandes sobresaltos, dejando una sensación placentera pero también intrascendente.

Conclusión:
Entretenida pero algo insulsa, La Comunidad de los Corazones Rotos construye situaciones potencialmente interesantes que desarrolla a medias.