La chispa de la vida

Crítica de Daniel Cholakian - Fancinema

Horas desesperadas

En La chispa de la vida (esta película es anterior a la ya estrenada Las brujas), Alex de la Iglesia organiza el relato a propósito de los problemas laborales de hombres adultos que supieron tener buenos trabajos y están desocupados o a punto de serlo. La película no sólo da absoluta visibilidad al problema del empleo de estos mayores de 40, sino también a la trama familiar que está implicada y a la ruptura de una lógica ética o moral que la desesperación puede promover.
Apostando a la comedia disparatada, De la Iglesia presenta a un creativo publicitario que ha estado sin trabajo por un tiempo prolongado y cuya situación financiera es ya desastrosa, peligrando la estabilidad de su familia feliz y unida. Negada toda posibilidad laboral por sus antiguos colegas y amigos, un infortunio mientras buscaba reencontrarse con un pasado feliz, lo pone a las puertas de la explotación económica de su situación a través de los medios masivos. Así, inmovilizado pero consciente, negociará con cadenas de medios entrevistas, fotos o lo que fuera, con tal de aprovechar una situación insólita para obtener el dinero deseado. Esta cuestión transita el esquema de revisión de la ética laboral ante la desesperación. El relato ubica la cuestión en conflictos laborales de hombres adultos de clase media acomodada, sin hacer referencia directa a la crisis económico-financiera presente en España y en gran parte de Europa.
De la Iglesia termina cambiando el tono de comedia satírica por un drama convencional e impone un desenlace moralista, que se resume en el plano final, congelado, del personaje que parece cargar con una épica moral insobornable, aún cuando el mundo de los medios, las finanzas y los negocios parece haber derrumbado cualquier límite en ese orden. Allí, en el enfrentamiento entre buenos y malos, radica el orden del mundo que organiza el talentoso Alex de la Iglesia. La impresionante primera hora de la película, ácida y cuestionadora, incluso del deseo innegable del hombre clasemediero, cede ante el discurso moral y la figura del sujeto insobornable al cambio de era que representa su mujer.