La chica sin nombre

Crítica de Roberto Iván Portillo - Cuatro Bastardos

La chica sin nombre: Solo una búsqueda.
Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne depositan su confianza nuevamente en las críticas sociales que los dejan, por momentos, mal parados.
El realismo social del cine de los hermanos Dardenne se está agotando, o por lo menos, está perdiendo la magia de sus cimientos.
La vida de una enferma tiene una rutina muy estricta, desde los pacientes que debe atender en estado crítico hasta la usual visita de chico enfermo al que tiene semienamorado porque la protagonista (Adèle Haenel) no es cualquier chica, es una pequeña mujer solitaria quien deslumbra por su particular belleza pero que encubre una soledad sinuosa (los únicos momentos que interactúa con otros son con sus pacientes, y su forma de compartir momentos también). Todo cambia cuando está por cerrar el consultorio y entre empujes con su joven ayudante, suena el timbre. Ella vehemente decide no hacer caso al llamado ya que si es urgente debería tocar dos veces, además de enseñarle al estudiante una lección de paciencia.
Las malas noticias llegan al siguiente día cuando se descubre quien acudía a la puerta era una joven mujer que fue asesinada cerca del establecimiento, debajo de un puente. El horror y la culpa de la doctora será quien inició este periplo de silencios. Todo el mundo sabe lo que realmente pasó, pero deciden callar. La médica es la única confundida en este mundo corrupto. Una foto de la víctima será su única pista y también su cruz en toda esto relato detectivesco de preguntas (casi) sin fin.
Los directores búlgaros no se alejan de su cine usual y tendencioso que tanto enamoró a Cannes (todos sus películas pasaron por este festival) pero la fórmula parece acabarse. A diferencia de “Dos días, una noche” (2014), su última obra carece de una personificación femenina como la de Marion Cotillard quien recree enigma y veracidad, la actuación de Haenel no es del todo idóneo en la obra pese a cargar con ella en todo el relato, promiscua a veces para un rol de tanta envergadura.
La trama contesta varias interrogantes a lo largo del filme, pero no llega a dejar ninguno al espectador. No va más allá. O por lo menos, no trae nada nuevo de lo que nos viene acostumbrando el cine social.
Los ingredientes están frescos, el talento sigue vigente, las actuaciones brillan, la fotografía encubre todo de manera minuciosa. Sin embargo, la combinación no da el sabor deseado.
“La chica sin nombre” es la más floja de toda la filmografía de Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne, llega sin ánimos y será posiblemente muy olvidada.