La chica sin nombre

Crítica de Fernando López - La Nación

Con el sello de los Dardenne

La chica del título es una prostituta joven de origen africano que es hallada muerta en una zona pobre de Serang, en Bélgica. Es, también, la joven médica que asume un profundo compromiso con la realidad que la rodea, no demasiado diferente de la de otros rincones de buena parte de Europa. Por el compromiso con que entiende su tarea Jeny, no puede ignorar la dolorosa realidad que se manifiesta a su alrededor. Vive atenta a sus pacientes, a sus problemas médicos tanto como a sus necesidades humanas. Como otras protagonistas de los films de los Dardenne, es tan noble como heroica y responsable. Por eso sorprende cuando una noche en que el trabajo se ha prolongado más allá de lo normal decide no responder al llamado de la puerta a pesar de advertir que quien llama está pasando por una urgencia. Ese caso, que desdichadamente termina en tragedia, le transformará la vida y se convertirá en su obsesión, en su principal objetivo: identificar a la desconocida. Jenny no puede perdonarse esa flaqueza ni cargar con esa culpa.

Su reflexión sobre la responsabilidad deriva en una historia tan conmovedora y tocante como suelen serlo las de los realizadores de La promesa, Rossetta o El niño, siempre atentos a descubrir con implacable veracidad el estado en que vive hoy una buena parte del mundo. Aquí, como en otras oportunidades, en distintas circunstancias asoma el problema de los emigrantes que deambulan por el mundo en busca de refugio. Y Adéle Aenel es toda una revelación.