La chica del tren

Crítica de Diego Padula - Citricón

Basada en el Best Seller de Paula Hawkins, La chica del Tren, es uno de esos suspensos que intentan atrapar al espectador por su intrincado juego narrativo. Con un poco de Gone Girl, se trata de un suspenso lleno de misterios con ilusiones narrativas, principalmente con un público que exije cada vez más historias con vueltas de tuercas, pero a diferencia de la otra adaptación, que fue muy bien sucedida, en el caso de La chica del Tren no estaría tan a la altura, ya que se termina salvando como película más por su elenco femenino que es impecable, que por la forma en que fue construida.

Tenemos a Rachel Watson (Emily Blunt), que es una protagonista que de a poco vamos aprendiendo a odiar. Alcohólica, separada de su marido Tom (Justin Theroux) con quien no pudo tener un hijo, con la vida hecha pedazos, y que al mismo tiempo nos da pena, conforme vemos al nivel al que llegó. Completando en sus ápices de alcoholismo, se pasa sus días hostilizando y persiguiendo a su ex y haciendo un infierno la vida de su nueva esposa Anna (Rebecca Ferguson) con quién tuvo un bebé.

Rachel pasa sus días en un Tren viendo la vida de los que pasan, en eso ve en Megan que también es niñera de la hija Anna, la historia de amor perfecta, ya que cada día ve a Megan con su marido en situaciones que ella deseraría estar viviendo. Un día ella ve algo que termina generando un punto de quiebre, y con la desaparición de Megan entramos en un intrincado conjunto de relaciones y revelaciones.

Con eso La chica del Tren es una película que depende mucho de su construcción narrativa, con un montaje con cambios de tiempo y de personajes, donde vamos viendo el punto de vista de cada mujer, y con el personaje de Rachel como la narradora principal, acá lamentablemente es donde la mano del director Tate Taylor se muestra floja. Este tipo de suspenso exige un trabajo mas elaborado, principalmente en los tiempos de narrativos con la dilatación temporal, algo que David Fincher hizo de forma magistral en Gone Girl. Los cambios temporales y de personajes, principalmente en la parte final de la película, son usados de forma inconsistente sacando un poco la fluidez de las escenas y dudando en mostrar algunos traumas del pasado en el momento exacto.

Como comenté en el primer párrafo, lo que termina salvando la película es la actuación de las actrices, principalmente en el caso de Emily Blunt, que consigue mostrar de forma correcta la dificultad y los traumas que el alcoholismo puede traer en la vida de una persona, y con su entrega física que revela a traves de sus gestos una fragilidad constante, que con el pasar de la película va cambiando con las revelaciones que van surgiendo en la trama.

Como suspenso nos quedamos medio lejos del objetivo, tiene muchos problemas principalmente por su dirección irregular, no siendo el film tenso que el público quizá espera, pero al final tenemos un producto que consigue poner en el centro tres mentes femeninas, con personajes complejos y actuaciones dignas de la responsabilidad de lo que vemos en la pantalla.