La chica del sur

Crítica de Marcos Rodriguez - CineFreaks

Mucho más allá de la historia

La chica del sur es una de esas raras y maravillosas cajas de sorpresas en las que ponerse a detallar argumentos o excusas resulta demasiado pobre. Que se trate de un documental no deja de sumarle capas al misterio. ¿No se supone que el documental es esa forma del cine que se preocupa (casi exclusivamente) por capturar eventos reales, en los que proverbialmente el contenido le pasa el trapo a la forma?

No. El documental, como el cine mismo, tiene formas nuevas e infinitas y La chica del sur entra en una cada vez más frecuente: la del documental en primera persona, sumado al de exploración y regreso a un pasado lejano.

Otra de las grandes sorpresas de esta película radica en que el énfasis en la forma no conduce en ningún momento a territorios abstractos, sino que se vale de formas narrativas clásicas para contar una historia que se va doblando a medida que se desarrolla y que atrapa de una punta a la otra.

La película se divide claramente en dos partes. La primera está compuesta exclusivamente por material de archivo, la mayoría registrado por el propio José Luis García hace más de 20 años con una cámara casera de la época. Con voz en off del propio director, esta parte narra una historia personal y a la vez colectiva: en 1989 el propio García asistió (casi por casualidad) a un Congreso de la juventud comunista en Corea del Norte. El momento histórico era especial: entre los sucesos de la plaza de Tiananmen y la caída del Muro, todo el mundo comunista temblaba. García (muy joven en aquel entonces) se dedica a registrar su viaje por Corea y de a poco, de formas indirectas -como por ejemplo a través de la televisión- se entera de que una conmoción sacude Pyongyang al conocerse la información que una joven estudiante de Corea del Sur logró atravesar todos los bloqueos de su país (a través de una serie de viajes en circunferencia) para aparecer en medio del Congreso y hacer un llamado por la paz y la reunificación. Así, instantáneamente Im Su-kyong se convirtió en un símbolo complejo y esperanzador. Encabezó una serie de actos, habló, dio entrevistas y, rodeada de medios de comunicación, cruzó la frontera de nuevo hacia Corea del Sur y fue arrestada en el momento.

Fascinado por este personaje, García volvió a la Argentina y nunca más tuvo noticias de ella. Veinte años después (dos décadas en las que la idea una y otra vez rondaba su cabeza), el director decide finalmente revisar todo el material que tenía archivado de aquel viaje e intenta darle una forma. Mientras, el proyecto se va desarrollando, bsuca contactarse ya en la era globalizada con Im Su-kyong, allá lejos, en Corea del Sur.

La cámara y la voz de García van narrando también estos intentos (frustrados, a veces más exitosos, siempre complejos) hasta lograr conseguir el email de La Chica del Sur.

Comienza entonces un proceso de negociación, un viaje, una entrevista que exigió un viaje al otro lado del mundo y después otro más.
De por sí la historia era fascinante y toca más de un tema: el paso del tiempo, el fin de las utopías, etc. Pero el gran logro de José Luis García no es simplemente haber intuido ese potencial. Su gran logro es haber conseguido, a través de la narración de esta historia que se roza con los grandes momentos de la Historia, una infinidad de momentos inesperados, mágicos, saber presentar por lo menos tres personajes encantadores y difíciles, entre los que se encuentra él mismo, aunque intente esquivar su presencia frente a la cámara y envolvernos en una película que pasa de interesante a frustrante, a cómica y a terrible.
Gran cine.