La chica danesa

Crítica de Verónica Stewart - A Sala Llena

¿Qué hay en un nombre?

En los créditos de La Chica Danesa, Eddie Redmayne no figura como haber interpretado a Einar Wegener, sino a Lili Elbe. Este gesto tan simple y a la vez tan poderoso marca a toda la narrativa: esta es una historia que, al fin y al cabo, gira en torno a un nombre.

La película, en su primera etapa, cuenta la historia de Einar, un pintor holandés famoso por capturar los paisajes de su pequeño pueblo nativo. Einar está casado con Gerda, también una pintora aunque más enfocada en hacer retratos. Su relación es adorable. Resulta un placer verlos interactuar y reírse de la pretensión que existe en el mundo del arte con una complicidad que parece dejar al resto del mundo afuera. Tienen un perro y están tratando tener hijos. Son una familia de postal.

Pero un día, Gerda (Alicia Vikander) necesita completar un retrato de su amiga bailarina, y para ello le pide a Einar, flaco y elegante como es, que pose para ella. Einar se desliza las medias largas por una pierna, se calza el zapato de baile, se apoya el vestido sobre su cuerpo. La escena es breve, ya que la amiga en cuestión llega a los pocos minutos, y todos se ríen ante lo ridículo de la situación. Pero para Einar, ese momento no tuvo nada de ridículo, sino que fue el gesto más honesto que jamás se había atrevido a hacer.

Aquí estamos en condiciones, entonces, de corregir lo anteriormente dicho: la película cuenta la historia de Lili Elbe, una mujer atrapada en el cuerpo de un pintor holandés famoso por capturar los paisajes de su pequeño pueblo nativo. Lili está dormida hace muchos años pero latente, esperando su oportunidad para hacerse conocer y tomar el cuerpo que sabe propio pero que siente equivocado. Más adelante, se referirá a su anatomía como “un error de la naturaleza”, y el objetivo será, entonces, buscar a un médico dispuesto a corregirlo.

Está claro que, más allá de sus méritos artísticos y de lo bien que está filmada, el mayor logro de La Chica Danesa yace en las actuaciones. Eddie Redmayne hace y deshace a la audiencia con una sonrisa, y Alicia Vikander, quien ya había demostrado su enorme talento en Ex Machina, hace de las suyas de nuevo, conmoviendo con su entrega a su marido y sus propias dificultades en torno a esta cuestión.

Aquí yace otro gran triunfo de la película: hace un gran trabajo de no ignorar la lucha que esto significa para ella también. Por supuesto que Lili sufre inmensamente al sentirse huérfana de cuerpo, pero Gerda se casó con alguien que ya no existe. Su cuerpo está, la cara que ella supo amar por tantos años sigue ahí, pero ahora está maquillada y la esencia de su marido no solo desaparece, sino que bien podría decirse que nunca realmente existió, que Einar siempre fue una fachada para Lili y que no es su vestimenta de mujer un disfraz sobre Einar. Al fin y al cabo, Lili vive con la certeza de saber quién es, mientras que Gerda se queda sin marido.

No es inusual ir a ver una película u obra y encontrarse con una audiencia que se ríe ante la aparición de una travesti, o ante la afirmación de un hombre que afirma ser mujer. Aquí es donde se diferencia esta película de tantas otras: el drama existe para ilustrar la difícil lucha que debe atravesar Lili para salir a la luz, y no tanto para hacer llorar a un público. La idea aquí es que esto no es un chiste, pero eso no quiere decir que no pueda existir alivio ni felicidad en esta historia. Lili y Gerda, de hecho, se acompañan por muchos años luego de que Einar ya haya desaparecido para siempre, y Einar muere pero Lili tiene un final feliz, sabiéndose ella misma por primera vez en su vida. Al fin y al cabo, La Chica Danesa no es solamente sobre la primera mujer transgénero sino, más bien, sobre lo dolorosa y a la vez placentera que puede ser la búsqueda por la propia identidad.