La chica danesa

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

El cuerpo como disfraz

Con el oficio clásico y la seriedad que lo caracterizan, el cineasta Tom Hooper realiza la transposición a la pantalla, de la novela publicada en 2000 por el joven escritor norteamericano David Ebershoff, inspirada en la historia real de la pintora danesa Lili Elbe (antes Einar Wegener); la primera mujer transexual que se sometió a una cirugía de reasignación de sexo, pionera en el intento de búsqueda de coherencia entre su interioridad y exterioridad, desafiando las condiciones adversas tanto sociales como científicas.
Nominado a cuatro premios Oscar (Actor protagónico, Actriz principal, Vestuario y Diseño de producción), este melodrama del director de “El discurso del rey” y “Los miserables” resulta un delicado exponente del cine clásico y preciosista, provocador en su temática pero rígido en no apartarse de un estilo que no permite desbordes, lo que a veces lo torna emocionalmente distante. Si algo señala la película son las ambigüedades que todos los personajes atraviesan y que en el caso de Einar puede conducir a revelaciones inquietantes.
Desde siempre pero adormecido
El joven matrimonio compuesto por Gerda (Alicia Vikander) y Einar (Eddie Redmayne), refinados pintores de la Copenhague de 1926, transita una vida apacible, sin privaciones económicas. Einar ha obtenido reconocimiento como paisajista, trabajando sobre imágenes de su pueblo natal, mientras que es retratista y no encuentra demasiados interesados en sus pinturas. Sin embargo la relación entre ellos es de un compañerismo inmejorable. Cuando Gerda precisa un reemplazo para retratar a una bailarina, le solicita a su marido que tome su lugar y se coloque las prendas femeninas que tenía preparadas. Einar acepta a regañadientes, pero este pequeño incidente le descubrirá una sensación placentera que estaba adormecida y lo lleva a cuestionar su identidad de género.
Lo que comienza como un juego inconsecuente, rápidamente deriva en conciencia de placer ante el contacto con elementos propios de la femineidad; a partir de allí, el alejamiento de su masculinidad será irreversible. Consternada, su mujer será consciente de ese proceso y sabrá que, en realidad, antes de esa anécdota hubo otro breve episodio en la infancia donde Einar fue besado por Hans, un niño de su edad, en un juego de seducción inocente, por el cual fue reprendido por su padre. Sin embargo, cuando el viejo amigo de Einar (Matthias Schoenaerts) reaparece ya adulto, vemos que para uno la anécdota vivida no influyó en su definición sexual y para el otro fue definitiva, en tanto la tendencia parece haber estado desde siempre.
Amable no quiere decir complaciente
Parte de la crítica acusa al guión de tener un círculo narrativo estándar, ofreciendo a fin de cuentas una versión muy lavada de los múltiples retos que implica una decisión como la de Wegener/Elbe. Pero todos coinciden a favor de la película, en alabar el desempeño de Eddie Redmayne y Alicia Vikander —como Einar y Gerda, respectivamente- claves para mantener el interés del espectador y exacerbar la dimensión dramática.
La dupla protagónica logra transmitir con creces la profundidad y solidez del vínculo que persiste pese a los drásticos cambios por los que atraviesa. Especialmente la actriz Vikander conmueve con su recorrido emocional, si bien Redmayne transita la complejidad afectiva de su personaje principal con una expresividad notable, no puede evitar alguna exageración en las gesticulaciones. El rol de Alicia Vikander como Gerda, la esposa comprensiva, nos obliga a ser testigos de lo mucho que pierde para dejar partir a Eimar y dar vida a Lili.
La corrección, contención, elegancia y transparencia narrativa de la película son encomiables. A la excelencia de la fotografía se añade el vestuario de Paco Delgado y la dirección de arte cuidadísima, que atenúa un tanto el drama psicológico y el peligro extremo del proceso médico al que se somete el protagonista.
Sin saltos temporales o inserciones oníricas, la narración empieza y termina en el paisaje nórdico de la infancia: árboles que se recortan fantasmales, resistiendo estilizados en medio del paisaje nevado. Cabe señalar que la trayectoria circular del film se inicia y termina en ese paisaje, donde una frase de Gerda (“Déjalo volar”) acompañará una imagen poética de alto lirismo que sintetiza la espiritualidad liberada de su prisión física.
En síntesis, “La chica danesa” es una biopic amable antes que complaciente, que trasciende los preciosismos y las injustas denostaciones de blandura conceptual.