La chica danesa

Crítica de Martín Pérez - DiarioShow

Exprimiendo la perfección

"La chica danesa" cuenta la historia de un matrimonio de artistas plásticos, Gerda y Einar, quienes en un momento dado se ven enfrentados porque él quiere cambiar de sexo y llamarse Lili. La perspectiva femenina del universo abruma y lo transforma en tendencioso.

Einar Wegener (Eddie Redmayne) era un afamado pintor, casado con Gerda Wegener (Alicia Vikander), que vivía una tranquila vida. Por su timidez y modales, cualidades que no hacían más que enamorar a su esposa, su mujer le pide que suplante por un tiempo a su modelo, una bailarina, y para ello debe ponerse unas medias de mujer y posar con un vestido y zapatos. En ese momento todo cambia para Einar, descubriendo que sus años como hombre fueron una mentira. Gerda ayuda en ese redescubrimiento, pero suponiendo que se trata de un juego, hasta que todo comienza a ser más real y Einar decide transformarse en Lili Elbey.

Al mismo tiempo, Lili sangra por la nariz y tiene dolores en el estómago por lo que va a ver un médico, que le dice que el problema en realidad es psíquico. La ciudad comienza a verla como un “fenómeno” y la chica danesa encuentra refugio en un cirujano que puede cambiar su sexo con tratamientos e intervenciones. Pero no todo será fácil, ya que su Gerda peleará con él en una mezcla de amor por la persona y odio sobre lo que vendrá.

El filme dirigido por Tom Hooper (que alzó un Oscar a Mejor película con “El discurso del rey”) está realizado con una delicadeza extrema y lo convierte en “material de Oscar”. En parte, porque Redmayne es un actor con mucha sensibilidad y es natural la femineidad en él (misma cuestión por la que nuevamente fue nominado al Oscar como Mejor actor tras haberse llevado el premio el año pasado). En otro orden, la perfección se exprime en cada detalle: la pulcritud de las actuaciones, el diseño cuidado de los escenarios y la ambientación tan detallada y limpia son visiblemente impactantes, pero la frialdad es lo que se resalta, en contraposición a lo que desean expresar. La perspectiva femenina del universo abruma y lo transforma en tendencioso. Mostrar el suplicio de Lili dejando de ser Einar desaloja la posibilidad de drama en el sentido conflictivo y la historia sólo posee llanura, provocando que el hecho de ser “políticamente correcta” vaya en detrimento de la postal cinematográfica.