La chancha

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

La Chancha es un título que tranquilamente hubiera podido estrenarse en salas comerciales, en otras circunstancias, y posiblemente hubiera tenido una buena respuesta del público.

¿Por qué? Porque tiene algo que es fundamental y fundacional en el cine: tensión.

Franco Verdoia presenta a Pablo (Esteban Meloni) llegando a La Cumbre junto a su mujer brasileña (Raquel Karro) y a Joao, el pequeño hijo de ella (Rodrigo Silveira) para pasar Semana Santa. Como el lugar donde intentan hospedarse no les gusta, parten hacia otro. Y allí, una vez instalados, Pablo ve a Miguel (Gabriel Goity).

Hay algo que no le cae bien al recién llegado. No se sabe qué, pero se siente incómodo ante la presencia de este hombre que junto a su pareja (Gladys Florimonte) tiene un perrito, que atrae la atención de Joao.

Poco a poco, las casualidades hacen que ambos grupos familiares coincidan, sean por el perro o por el espontáneo desenfado de la mujer de Miguel. Y más aun cuando ellas advierten que Pablo, que es más joven, y Miguel vivieron en Las varillas, un pueblito cordobés.

El director Verdoia, que había debutado con Chile 672 (2006), no da por sabido nada, aunque también es cierto que el uso de los simbolismos, desde la Pasión de Cristo hasta la letra de un tema musical, subrayan más de lo deseado. Y encuentra en Goity -que está menos en pantalla que Meloni, quien está muy bien- una interpretación muy apartada de lo que suele ofrecer el actor de Tesoro mío (inexplicablemente no tiene una filmografía a su altura).

Como en El silencio de los inocentes, donde la protagonista era Clarice, y Hannibal apenas aparecía, pero tenía una fuerte presencia hasta cuando no estaba en la imagen.

Es que Miguel, pese a su impronta física, no asusta. El espectador cuando lo ve abrir la boca, no sabe lo que va a contestar. Ni puede adivinar los modos con los que lo hará.

Al margen del proceder y el desenvolvimiento del actor, el acierto de Verdoia es no tipificar a sus dos personajes centrales en ningún momento. Ni siquiera cuando el espectador intuye el motivo del resquemor de Pablo.

Que la trama contenga hechos, aristas o ángulos de la historia personal del realizador, aunque las haya ficcionalizado, no hace a la cuestión. Tampoco que por una cuestión de coproducción con Brasil, la pareja de Pablo y su hijo sean del país vecino.

No importa. Lo que interesa en La Chancha, lo que vale, es esa construcción de la historia, la base de cualquier película buena, que el público podrá ver solo por CINE.AR TV o CINE.AR Play.