La Cenicienta

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Un hechizo bien contado

Cenicienta es la versión del famoso cuento infantil dirigida por el nada convencional Kenneth Branagh.

La experiencia de Kenneth Branagh en la representación de intrigas palaciegas, comedias y dramas shakespereanos, puestas de cine y teatro que mixturan emociones e historias de amor, lo vuelve un director interesante para la versión de Cenicienta. Nada convencional, Branagh toma el cuento de Charles Perrault y su desarrollo clásico, habilitando a los guionistas para ampliar la historia. En Cenicienta, Ella (Lily James) ha sido una niña feliz, la princesa de la casa y de sus padres, hasta que la desgracia toca su puerta y entran en acción todas las maldades en forma de madrastra (Cate Blanchet) y hermanastras (Holliday Grainger como Anastasia Tremaine, la menor, y Sophie McShera, como Drizella Tremaine, la mayor).

Mirá cómo es la nueva Cenicienta
Una voz que narra desde un lugar omnipresente lleva el relato y presenta los personajes sobre el escenario de ensueño en el que la fotografía filtra las luz de mil maneras posibles. Esas estampas interpretadas por actores recuerdan las viejas colecciones de literatura infantil cuando la fantasía llegaba a los chicos de la mano de los Hermanos Grimm."Todo era como debía ser", dice la narradora. El episodio inicial de la felicidad perdida pone la cuota de dramatismo a la historia. Con el mandato materno de ser valiente y bondadosa, Ella afronta el cambio.La película aborda el tema de las transformaciones con la destreza de Branagh para plantear evoluciones de ánimo y hechizos delirantes.

Junto a la imagen angelical de Ella, bautizada Cenicienta por obra del maltrato doméstico, aparece una madrastra como solo Cate Blanchet puede serlo: refinada y perversa, que se manifiesta en el segundo en el que sus ojos brillan de manera inquietante; las hermanastras, torpes de vodevil; el Hada Madrina, en la creación de una actriz que ha transitado cantidad de transformaciones en el rol de reinas, brujas y fantasmas con poder: Helena Bonham Carter. La escena de la transformación de calabaza a carroza, de ratones a caballos, de lagartijas a lacayos, y ganso a cochero, es divertida, medio loca, enriquecida por el humor que caracteriza a Bonham Carter.

La puesta de Cenicienta, los ambientes y el vestuario son abordados con la belleza de una obra visual animada por gestos y voces.Branagh no ahorra detalles maravillosos en la escena del palacio, con el vals captado por las cámaras desde todos los ángulos. Ella se vuelve una aparición para el muchacho que debe afrontar los deberes de futuro rey. Richard Madden se desenvuelve con la naturalidad ligeramente forzada que pide el cuento y compone una pareja perfecta con la jovencita sencilla que transforma su vida.Las mutaciones se alimentan con la idea de un amor ("ser vistos como somos en realidad") que supera cualquier obstáculo. Los huérfanos (príncipe y plebeya) se encuentran en el segundo mágico que los vuelve invencibles. La película de dos horas de duración quizás resulta un poco larga y compleja para los más pequeños. De todos modos, nadie como Sir Branagh para entrar y salir de palacio, sea en carroza o calabaza.