La Cenicienta

Crítica de Beatriz Iacoviello - El rincón del cinéfilo

Bella, respetuosa e innovadora mirada a un clásico de la literatura mundial

Disney lleva otra vez a la gran pantalla uno de sus clásicos más memorables, con actores que se instalan en la intemporalidad de los cuentos de hadas.
A diferencia de las adaptaciones de “Maléfica” (2014) o “Espejito espejito” (2012), cuyos guionistas y directores se ocuparon más en reinventar las historias partiendo de lo más convencional, dando giros que potenciaban a los personajes femeninos de forma muy obvia, en “La Cenicienta” la preocupación estuvo en dar a los personajes credibilidad y ser fieles al relato original.
La moda de estos últimos años fue crear un live-actionde cuentos de hadasy transformar a las princesas clásicas en guerreras al frente de ejércitos como en “Blancanieves y el cazador” (2012), o en icónicas villanas: que pasan a ser de tiernas y buenas a malvadas, hostigadas por un ambicioso rey, para luego convertirse en madres incomprendidas, como en “Maléfica”.
En “La Cenicienta” el director Kenneth Branagh y el guionista John Chris Weitz mantienen fidelidad a la versión de Disney de 1950, basada en una mezcla entre las versiones de Charles Perrault (1697) y los Hermanos Grimm (1812), que varía sin embargo en muchos detalles de la francesa, lo que no es extraño si se toma en cuenta que cada país europeo tiene su propia tradición oral del personaje. Desde entonces, han habido tantas adaptaciones y reinterpretaciones de la historia de Cenicienta, que es un logro en sí mismo hacer un filme innovador, y que al mismo tiempo respeta la esencia de uno de los relatos más favorecidos por la atención infantil.
Sobre todo, la visión de Branagh se esfuerza por mantener la magia, por lo que no faltan los ratones, la calabaza convertida en carruaje, lagartijas transformadas en pajes, un ganso vuelto cochero, y todos los efectos especiales necesarios para convertir harapos en un vestido de color azul espectacular, con mariposas de cristal incrustadas (como en el filme de 1950). Ella, por su parte, es la encarnación de la princesa delicada y buena, cuya fortaleza radica en su generosidad (razón por la cual se convierte, poco a poco, en sirvienta de su propia casa). Este apego al relato tradicional – en lugar de una búsqueda por la originalidad desmedida – es el principal acierto de este filme. Además hay algunos guiños al clásico de Disney como los dos pájaros azules que revolotean alrededor de la casa de la protagonista.
“La Cenicienta” es una adaptación del clásico de 1950 de Walt Disney en la que se narra la historia de la joven Ella, protagonizada por Lily James (conocida por su rol en la serie “Downton Abbey” (serie de TV 2010-2014) y Richard Madden (famoso por interpretar a Robb Stark en la serie “Game of Thrones” (serie de TV 2011-2014), que interpreta al príncipe Kit, cuyo padre vuelve a casarse tras el fallecimiento de su esposa. Ella acepta de buena gana, y por no herir los sentimientos de su padre. a su nueva madrastra Lady Tremaine (Cate Blanchett)y a sus hijas, Anastasia y Drisella, quienes convivirán junto a ellos en su pequeño castillo. A la muerte de su padre, Ella se convertirá en la criada de Lady Tremanie y de sus hijas, que le encomiendan las tareas más desagradables. Sin embargo la joven no pierde la esperanza a pesar de la crueldad con la que la tratan. Pero su futuro cambiará después de conocer a un joven “aprendiz” en el bosque.
Gran acierto de Branagh es haber despojado al filme de todos los estereotipos que poseían los filmes de Disney: cierto racismo, esclavitud, sexismo, crueldad…En esta versión Cenicienta a pesar de que es obligada a trabajar para la casa, comer en la cocina, dormir en el altillo y no le está permitido ir al baile, se las ingenia para sacar partido de su alegría y su libertad al galopar en pelo sobre su caballo blanco hacia el bosque. Si bien estas acciones reflejan la esclavitud a la que es sometida por su madrastra y las hermanastras, Ella consigue que el espectador no las perciba como tales. De la esclavitud (como muchas mujeres en el mundo) puede liberarse cuando encuentra al príncipe. En cierta forma Cenicienta fue un cuento que a través de los siglos preparó a las mujeres para su sometimiento al sexo masculino y a ser buenas amas de casa. También fue un acierto dar con los estilos de cada personaje para que éstos no caigan ni en el estereotipo, ni en una exageración burlesca, ni en la expresividad familiar naturalista.
Por otro lado, se puede ver como da a la amistad incondicional entre mascotas y Cenicienta, ya que siempre la ayudan a trabajar en todas las tareas del hogar y otras labores sin esperar nada a cambio, un valor adicional. Los ratones Gus-Gus son más reales (al igual que el gato y las aves del corral aunque su protagonismo sea menor), que los del dibujo de Disney.
El vestuario es otro protagonista importante, diseñado por la ganadora del Óscar Sandy Powell, es magnífico al introducir en cada uno de sus diseños un rasgo con el que define a cada personaje, creando como en caso del vestido de Cenicienta la ilusión de que está al bailar flotara, por llevar una falda con varias capas de gasa que se despliega y pliega a cada vuelta del vals. Sobre esta escena la cámara se detiene varios minutos y dando la sensación al espectador de ser partícipe del nacimiento de una flor. Todo lo que gira alrededor de Cenicienta es ilusión y majestuosidad, y esto no es sólo cuando está en el salón de baile del palacio, sino en los pequeños gestos de su vida cotidiana. Este sea tal vez uno de los mensajes del filme: “no importa donde se viva sino como se construye el hábitat para vivir. No importa si los muebles no son ostentosos sino que tengan un detalle de belleza para alegrar a los ojos y el corazón”. Y Cenicienta lo refleja en una frase: “Mira el mundo no por lo que es, sino por lo que podría ser".
La primera parte transcurre en un mundo idílico, Ella (Eloise Webb) tiene de 10 años de edad y anida en forma segura en un paraíso de bolsillo junto a su madre ama de casa (Hayley Atwell) y su padre comerciante (Ben Chaplin), en un pequeño pueblo de gente sonriente. Como nada es para siempre, y siendo éste un cuento de hadas, la felicidad pronto da paso a la aflicción. La entrada de la madrastra y sus hijas cambiará el universo de Ella.
En iteración tradicional la historia de Cenicienta es también la de las madres: muertas, crueles y mágicas, que se encarnizan sobre esta hija obediente por excelencia mucho más que cualquier hombre.En “La Cenicienta” hay tres madres: una verdadera y dos sustitutas. La primera abandona a Cenicienta, abriendo el camino para una segunda madre que llega para atormentarla, que a su vez abre la puerta a una tercera madre que la rescata con el simple movimiento de su varita. El príncipe puede encontrar y casarse con Cenicienta, sacarla del mundo hostil que la rodeaba, pero es una madre sustituta la que verdaderamente la salva. El de Cenicienta es un mundo matriarcal extraño, plagado de complejidades. Aquí, el guionista John Chris Weitz (“La brújula dorada” (2007), “La saga Crepúsculo: Luna Nueva” (2009), “A better life” (2011) añade algo de dimensionalidad a la concepción estándar de la madrastra, sobre todo haciendo referencia a las perspectivas nefastas para una viuda con dos hijas y ingresos propios.
¿Por qué Cenicienta?, ¿por qué ahora? Para Walt Disney Company la respuesta sólo puede ser: ¿Por qué no? ¿Ella no puede mantener su rango de princesa (¡todavía!), aunque la historia haya sido contada en innumerables ocasiones? Sus zapatitos aún continúan siendo cristal a pesar del oro que recogió para Disney durante todos estos años. Georges Méliès contó su historia en 1899, por primera vez en la pantalla, y recientemente apareció en una live-action en la adaptación de Stephen Sondheim de Disney de "Into the Woods” (2014). Pero fue el propio Disney quien más ha ayudado a avivar la demanda de esta nueva producción con dos secuelas de su obra de 1950, "La Cenicienta II: sueños se hacen realidad" (2002) y " Cinderella III: a Twist in Time" (2007)
En todo cuento de hadas que se precie los personajes malvados siempre poseen un atractivo especial, un extra, que en el caso de la madrastra es la interpretación de Cate Blanchett. Ella queda sojuzgada bajo la figura de su madrastra en todo sentido, es tal el brillo de Cate Blanchett que todo empalidece a su alrededor. El diseño visual de su personaje sugiere una femme fatale de los años ‘40, con sus peinados de salón “soignée”, con su bata de piel de leopardo, que recuerda a Joan Crawford en Mildred Pierce (“El suplicio de una madre” 1945), o cuando emerge su pálido rostro detrás de un sombrero, esa entrada evoca la talla de Jane Greer en “Out of the past” (“Retorno al pasado” -1947) procurando destruir a Robert Mitchum.
Helena Bonham Carter, por su trayectoria, también saca partido de su personaje y es quien da un toque de humor a la historia, dando vida a un Hada madrina un tanto despistada y que todo lo transforma al ritmo de Bibbidi - Bobbidi – Boo.
El tiempo transcurrió, la mujer de hoy no es la de los años ‘50 que representó Disney, la perfecta ama de casa que debía lucir bien para el marido, tampoco la francesa de 1697 de Perrault, ni la alemana de 1812 de los Hermanos Grimm, pero aún hoy la mujer debe luchar por su igualdad de derechos y mantener su independencia, porque aunque no sea víctima del hombre como en el mundo oriental, ser autosuficiente no es tarea fácil.