La casa muda

Crítica de Migue Fernández - Cinescondite

Dirigida por Gustavo Hernández, La Casa Muda es una película uruguaya de terror basada en una historia real ocurrida en los años ’40. Laura (Florencia Colucci) y su padre Wilson (Gustavo Alonso) deciden pasar la noche en una casa alejada con el objetivo de acondicionarla para que su dueño Víctor (Abel Tripaldi) la ponga a la venta. El relato se centrará en los últimos 78 minutos en los que Laura buscará salir con vida de aquel lugar que oculta un oscuro secreto.

¿Por qué referirnos hoy a una película que ya hace casi dos meses que fue estrenada por toda Latinoamérica? Quizás porque se trata de uno de los filmes más exitosos de la industria del cine de Uruguay, o quizás porque se estrenó por estos días en el Reino Unido y causa sensación como ya hiciera en Cannes. Un trabajo con sólo ambiciones locales se convirtió en la película uruguaya más vista en la Argentina y ya tiene su versión hecha en Hollywood.

Si La Casa Muda ha despertado un gran interés a nivel mundial -su remake norteamericana ya fue estrenada en el American Film Market- se debe a la gran cantidad de riesgos que los realizadores han tomado. Además del hecho de pertenecer a un género que no tiene demasiado vuelo en la región, se trata de la segunda película del mundo realizada enteramente con una cámara fotográfica y la primera de terror narrada en un único plano secuencia. Con la premisa de generar miedo real en tiempo real, tras una breve introducción comienza esta exploración por el terror psicológico que logra destacarse dentro de un género abarrotado de propuestas sin ideas.

Tanto Pedro Luque, quien hace un gran trabajo como director de fotografía, como Gustavo Hernández comprenden que la falta de recursos no implica necesariamente pobreza en el resultado. A base de espacios oscuros, musicalización minimalista y apropiados fuera de campo logran sacar el mayor provecho posible de cada elemento disponible y construyen un efectivo relato cargado de tensión, la cual logran mantener hasta el final. Es fundamental también el trabajo de Florencia Colucci, sobre la que básicamente se sostiene la historia, quien resulta convincente en un papel jugado cuyo principal desafío era el de sostener una actuación en forma continua durante 78 minutos.

El principal problema que se presenta, el cual termina por perjudicar toda la realización, se encuentra en la necesidad de explicar lo ocurrido. En un punto de la secuencia Laura está frente a la cámara y a través del marco de la puerta se ve que al otro lado de la habitación hay un hombre inmóvil que la observa. Como en The Strangers (Los extraños), el espectador gracias a un plano abierto sabe de la presencia de alguien más, es una visión que la protagonista no tiene por estar de espaldas. Así como ocurre con esta, que el efecto está en no saber por qué se produce el ensañamiento con los dueños del hogar, La Casa Muda funciona perfectamente hasta que se decide a justificar los acontecimientos.

La película se resuelve así mediante una vuelta de tuerca que conduce a un final inesperado, inentendible y mentiroso. Inesperado porque constituye toda una sorpresa, que en este caso no es buena; inentendible porque lejos de satisfacer sólo empaña lo desarrollado; y mentiroso porque no se trata de un giro probable, es decir de una posibilidad latente, sino de un engaño a lo largo de todo el filme el cual se espera que cuadre porque así lo dicen.

En la ópera prima de Gustavo Hernández el innovador lenguaje narrativo termina por imponerse a lo estrictamente narrado, lo cual no implica que no se esté en presencia de un trabajo digno. Si bien el desenlace es crucial para cualquier historia y en este caso termina restando, la película no deja de ser un experimento interesante de ver, especialmente durante su primera mitad en la que sus puntos a favor están en su máxima expresión.