La casa muda

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Varias son las mentiras que hacen no creíbles este producto fílmico de origen uruguayo, promocionado como la primera película latinoamericana de terror filmada en un plano secuencia, y/o con una cámara de fotos digital. Según reza al comienzo esta inspirada en hechos reales.

La primera gran mentira es decir que es un plano secuencia de 78 minutos.

Vayamos por partes, un plano secuencia tiene determinadas características, la más importantes es que una sucesión de imágenes registradas en una sola toma, variando los encuadres, con una acción que por su prolongación y contenido pueda considerarse una secuencia.

Definamos secuencia, es una unidad narrativa, constituida de acuerdo a un criterio dramático, posee principio, desarrollo y fin.

En este ejercicio fílmico, sí hay cortes, fundidos a negro, elipsis, y el criterio narrativo, que incluiría desarrollo de los personajes, su credibilidad, brilla por ausencia.

La historia comienza cuando dos personas van caminando a campo traviesa, escuchamos música extra diegética, empática en relación a la imagen, con cierto sentido de instalación del genero. Esta sería la más logradas de las escenas de todo el film. Corte.

Estos dos personajes llegan a una casa supuestamente abandonada, los están esperando, la idea es que ellos la arreglen pues la intención del tercero en cuestión es venderla. Corte.

Entran a la casa ellos dos, solos, ¿Y NO ABREN UNA MÍSERA VENTANA?

Todo el resto del film intenta tener la misma estética y el mismo diseño de sonido- De las ultimas películas del genero, todas hijas dilectas de “El proyecto Blair Witch” (1999), en relación a la última secuencia de ese famoso y sobrevalorado film yankee, esto es mediante el uso de la cámara en mano, movimientos bruscos con la misma, oscura, nada es visible, montada sobre una banda sonora que apela al exabrupto del volumen para sobresaltar al espectador.

Manejo de la luz en forma caprichosa, por ende injustificada.

Estos dos personajes, que enseguida sabemos son padre e hija, entran muñidos de lámparas y/o linternas, se “sientan” a dormir, para empezar las tareas al día siguiente.

Corte. Fundido a negro.

Se escuchan ruidos, el espectador los escucha, la hija los escucha, no el padre que, alertado por la hija, sube las escaleras para investigar en el piso superior el origen de esos ruidos que el no escucho, la cámara se queda con la hija. Ruidos. Corte.

La hija va en busca de su padre, lo encuentra mal herido, o muerto, no se ve demasiado bien. Sangre en el padre, sangre en la remera de la hija, y ruido.

“Ruidos, mucho, mucho ruido, ruido de tijeras, ruido de escaleras que se acaban por bajar, tanto, tanto, ruido” (Perdón Joaquín Sabina).

La otra gran mentira esta en relación con el verosímil del relato en forma indirecta, y en forma directa con la construcción de los personajes, en especial con la de la hija, ya que es el personaje actante, mal cimentado, pues debería realizar acciones y sólo grita, llama, llora, y pone caras.

Situaciones y hechos que no producen ningún cambio ni en ella ni en los demás, ni en la historia, ni en el espacio, fundamental en un personaje de estas particularidades.

No sólo eso, en relación al relato correspondería justificar el accionar del padre, ¿pero como es que no lo vemos más? ¿Deberíamos suponer que sucedió arriba?

Todo este engendro, más cercano a un juego de personas que, gracias al acceso a la tecnología, jugaron a filmar algo que creen es un filme.

Pero el cine no es un juego.

Lo que si destaca es la ausencia total de un guión coherente, sólo una idea no desarrollada.

Sobre el final se produce un giro narrativo, totalmente infundado, que intenta burlarse y ridiculizar al espectador, dando las pistas del origen de la idea en unas fotos y unos recortes de diarios, de un hecho de violencia ocurrido en Uruguay.

Corte.

Créditos. Corte. Ultima escena fuera de contexto, un personaje con su accionar, contradice las ultimas imágenes vistas anteriores a los créditos.