La casa del eco

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Este año sin lugar a dudas es el año donde comenzaron a mostrarse las producciones más independientes provenientes desde diferentes puntos del interior de nuestro país.
En esta semana se está estrenando la marplatense “El tiempo compartido”, de Misiones vimos “Los Vagos” y del movimiento que se da en llamar “el nuevo cine cordobés” –a pesar de que hay notas periodísticas que dan cuenta de este fenómeno cinéfilo desde el 2012- ya se estrenaron las interesantes “Casa Propia” de Rosendo Ruiz e “Instrucciones para flotar un muerto”, como ya había brillado oportunamente el cine de Mariano Luque con “Salsipuedes” u “Otra Madre”.
Sumado a esto y en el terreno del documental pronto tendremos el estreno de “El silencio es un cuerpo que cae” el documental de Agustina Comedi que trabaja con precisión la dualidad entre lo público y lo privado indagando en la historia familiar.
Ahora es el turno de “LA CASA DEL ECO”, ópera prima del director cordobés Hugo Curletto que se distancia del pelotón de películas mencionadas anteriormente porque no se basa ni en el naturalismo ni en el costumbrismo sino que apuesta, con sumo riesgo, a una película de señales, de símbolos, un rompecabezas para que el espectador vaya completándolo con su propia mirada o sencillamente, dejándose llevar por esa idea de “huecos” o de “vacío”.
El protagonista de la historia es Alejo, un joven arquitecto al que le suceden dos hechos casi sincrónicos que sacuden completamente el equilibrio sobre el que transita sus días.
Primeramente, un derrumbe de una pared en la obra donde trabaja y luego, como regalo de cumpleaños, su padre le obsequia la escritura de un terreno con pinos, ligado a su historia familiar. Quizás como vía de escape de su trabajo por el accidente ocurrido, quizás con un sentido de búsqueda interna en base a la relación con su padre, Alejo siente la pulsión de emprender un viaje y rastrear la ubicación de ese terreno.
Los guiará en esta aventura un lugareño que le alquilará unos caballos y los acompañará en el camino. Durante ese trayecto, el problema del trastorno de sueño que sufre Alejo se hará progresivamente más y más grave, situación clave para el desarrollo de las ideas más potentes de la película. “LA CASA DEL ECO” mezcla en forma permanente y con una narración sin ninguna cronología, sueño y realidad.
Ambientes oníricos con ambientes reales y entre ellos se dirimen, por un lado, las ganas de Alejo de ser padre mientras que su pareja se resiste permanentementecuando en otros momentos vemos su vínculo con una niña –Elena- a la que asumimos como su hija (¿idea fantasmática? ¿o real? ¿O anhelo futuro?).
Lo interesante del planteo de Curletto –en su doble rol de director y guionista- es que justamente será el espectador quien deba darle una lectura propia a lo que les sucede a los personajes.
Nada esta explicitado, pero tampoco ninguno de los datos es azaroso, aunque por momentos la falta total de pistas pueda resentir a aquel espectador que necesite más concreciones. Así encontramos a ese pinar como punto necesario de llegada y de marcación territorial (intima y exterior al mismo tiempo) y el planteo de la casa como lugar de refugio y de contención.
Justamente Alejo ha ganado un concurso diseñando la casa que da título a la película. Una casa en donde en escala reducida se ha logrado generar el eco, escuchar la propia voz, repetirse al infinito: reverberar. Reverberar en el vacío, en ese mismo vacío existencial por el que atraviesa Alejo.
El bosque es el lugar de refugio pero es a la vez el lugar donde los pinos desprenden una toxina, una oruga es crisálida pero al mismo tiempo es veneno, el médico que ayuda a Alejo en su terapia del sueño es quien a su vez le habla de una mujer y un accidente.
Así, haciéndose eco unas escenas de otras, Curletto arma una película inquietante, por momentos perturbadora, donde se mezclan los tiempos y la narración nos confunde.
¿Qué es realidad y qué es sueño? ¿Cuándo es “ahora” y cuándo es “ayer” o “mañana”?. Parte del logro de narrar estos dos mundos paralelos es gracias al impecable trabajo de Gerardo Otero (Alejo), un actor que ahora muestra su ductilidad en el cine, después de una exitosa carrera teatral con trabajos como “Red” junto a Julio Chávez, “Tribus” junto a Patricio Contreras y Victoria Almeida, pero fundamentalmente por las demoledoras “Tebasland” y “La ira de Narciso” dirigidas por Corina Fiorillo.
Guadalupe Docampo entrega, en casa una de sus facetas, una composición fuerte y llena de matices, formando una excelente pareja con Otero. Los rubros técnicos y la estética general del filme hablan de un producto sumamente cuidado y generando los climas necesarios (musicalización, fotografía, diseño de arte) para que “LA CASA DEL ECO” sea una propuesta diferente para aquellos espectadores que disfruten de tomar riesgos.