La casa de Wannsee

Crítica de Paula Vazquez Prieto - La Nación

La silueta de la casa familiar del psicólogo Otto Lipmann se asoma tras los árboles que crecen junto al lago Wannsee. Esa imagen de una casa que fue escuela de vanguardia, que fue apropiada por los nazis y luego asilo de la policía al este del Muro, es la que vuelve una y otra vez en el documental de Poli Martínez Kaplun, mientras ella viaja de Buenos Aires a Alemania, mientras recorre las viejas fotos de su familia y transita los esquivos misterios de su identidad judía. Si el punto de partida de la directora es la decisión de su hijo de hacer su bar mitzvah y recuperar el pasado de su bisabuela, el recorrido deLa casa de Wannsee trasciende lo íntimo para asumir lo político como impronta: dilucidar los enigmas de la huida de Emily Lipmann de la Alemania nazi, los porqués de su conversión religiosa, los interrogantes sobre su infancia y los silencios que marcaron su propia historia. Martínez Kaplun consigue deconstruir la memoria más allá de aquello que deja testimonio, y su estrategia es propiciar encuentros allí donde las cuentas parecían saldadas. Es un hallazgo el intercambio entre su madre y su tía en Madrid, cuando la identidad judía se expone en todas sus aristas, las culturales y las religiosas. Su cámara es testigo de una atmósfera que altera su ritmo, que entrecruza los presentes de esas mujeres, las decisiones de sus vidas, y habilita a repensar si podemos comprender quiénes somos sin saber de dónde venimos.