La casa de Wannsee

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Durante gran parte de su historia, el cine reflexionó acerca del genocidio nazi y sus consecuencias, en valiente ejercicio que nos permite comprender las causas que posibilitaron semejante barbarie. A lo largo del siglo XX, los exponentes han sido de lo más variados. Durante los años ’20, el expresionismo vanguardista profetizó acerca de la llegada al poder del nacionalsocialismo augurando tiempo oscuros por venir en la pluma de algunos de sus más destacados teóricos (Siegref Kracauer, Lotte Eisner), con miras a desnudar ciertas falencias de una sociedad destinada a sumirse en la barbarie. Luego, durante los años ’30, Leni Riefensthal se convirtió en la realizadora cineamtográfica partidaria al régimen nazi por excelencia, realizando un cine de partidarismo político que ensombrecia, bajo su condenable lema demostrable en “Olympia”, un excelso uso del lenguaje audiovisual.

Más de 70 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial nos encontramos con Poli Martínez Kaplún rastreando las raíces recientes de un pasado doloroso. Fotos de familia y registros en película -que datan de la década del ’40- se conforman como valioso testimonio de este documental que pretende, entre otros propósitos, definir al judaísmo y comprender la razón de ser de sus antepasados familiares. Sus abuelos vivieron en Rusia, Alemania, Egipto, Argentina y Suiza. Sus rastros podemos comprobarlo en imágenes de archivo que se concatenan desde su infancia. De esta forma, la directora descubre sus genes, su linaje y un pasado estigmatizado, perserguido, segregado, avasallado. Su madre huyó de Alemania, y la memoria cinéfila nos lleva a pensar que muchos realizadores también escaparon del oprobio nazi para germinar cinematográficamente en Hollywood: desde Fritz Lang a Robert Siodmak.

El paralelismo encierra una profundidad discursiva más grande todavía. Comprender la idiosincrasia de un pueblo es, también, reflexionar acerca de los motivos que generan esta negación al dolor, por parte de aquellos quienes sobrevivieron al exterminio. Lo abominable y el horror. En “La Casa de Wannse” nos percatamos que escapar y elegir el silencio son dos formas válidas para protegerse contra el dolor. La concreción de este documental también es una forma de honrar los antepasados y comprender que la historia universal que atraviesa la película, como un mal atávico y propagado por tan diversas geográficas, es la discriminación a todo aquel ‘diferente’, según la errónea óptica todo aquel que se crea superior en cualquier aspecto. Tal pensamiento retrogrado nos interpela todos por igual.