La casa de Wannsee

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

“LA CASA DE WANNSEE” es de esos documentales que se enmarcan dentro de un movimiento de búsqueda de la identidad dentro de la historia familiar, usando como disparador algunos elementos más típicos en donde anidan los recuerdos: fotos, grabaciones, documentos, diarios, todo permite ir rearmando el alma familiar de alguna u otra manera.
Dentro de esta corriente, muchos directores toman su propia historia para ir de lo particular a lo general y algunos otros se quedan entrampados en un relato que si bien sirve de catarsis personal y de búsqueda privada, no logran transmitir el sentido de estructurar una obra que pueda trascender el mero ejercicio individual y de esta forma, impactar en el público, destinatario último de cualquier obra.
El disparador que encuentra la directora, Poli Martínez Kaplun, es precisamente el momento en que su hijo mayor, contra todos los pronósticos y las tradiciones familiares, decide tomar el bar mitzvá.
A partir de esa decisión de este ritual de iniciación, comenzará a circular en el entorno de la directora, un replanteo de lo que significa el judaísmo dentro de la familia, para ella y por supuesto, para sus hijos –que hasta ese momento habían recibido una educación laica-.
Aparece, sin habérselo propuesto, una reestructuración de las creencias, un cuestionamiento de ese status quo familiar, que llena de preguntas y da origen al registro de esta búsqueda, canalizada por medio de este documental. Ese lazo con las tradiciones, la historia y los ancestros, que hasta el momento se encontraba completamente perdido y que aparece inesperadamente y se impone fuertemente en el presente de Martínez Kaplun.
El nazismo invade Alemania, y la familia de la directora, como tantas otras familias de la época, deberá emprender un proceso de complejas y reiteradas migraciones en las que van perdiendo no sólo pertenencias materiales, sino que además pierden parte de su historia e inclusive, de su propia identidad.
En muchos países, como ha sucedido también en Argentina, para poder ingresar deberán falsificar datos como su apellido, su nombre, la religión que profesaban o el lugar de procedencia: una puerta de entrada que recibe y que al mismo tiempo arranca parte de la historia a los inmigrantes.
Entre otras cosas, cuando la familia de la directora huye de Alemania, el nazismo se apodera de su propiedad, que es la casa que justamente da título al documental, la que se encuentra muy cerca del lugar en donde en el año 1942 se llevó a cabo la Conferencia de Wannsee, en donde un grupo de representantes civiles, policiales y militares de la Alemania nazi, acuerdan sobre “la solución final a la cuestión judía” y fue el puntapié inicial para que los acuerdos allí consensuados, condujesen directamente al Holocausto.
Si bien al documental le cuesta despegar del registro netamente familiar y que la mirada de la directora pueda salir del núcleo duro de la historia de su familia de origen y abrirla desde lo particular a lo general, el tramo más interesante del relato se encuentra en una entrevista con su propia madre y su tía, refiriendo a la figura de su abuela.
La postura de Martinez Kaplun que deja fluir la cámara con muy pocas intervenciones, permite ver cómo cada uno de los actores de un recuerdo, recomponen, rearman y cuentan la historia desde el cristal sesgado de sus propias vivencias.
Más interesante aún (aunque quizás la escena termine siendo un poco excedida en tiempo) es la intervención sobre el final del diálogo de las hermanas, del tío de la directora –marido de la hermana de la madre- que aporta justamente una mirada que quiebra y pone en crisis toda esa nueva construcción del relato familiar, con una fuerte toma de posición que es, en muchos puntos, opuesta a esa historia que parece imponerse.
A pesar de estar filmada con una brillante dedicación en los rubros técnicos y con un hilo conductor que permite atravesar el relato como en una especie de intriga familiar, por momentos la propuesta de Martínez Kaplun se enfrasca demasiado en lo interno, en lo propio, sin poder despegar la mirada de los pormenores y sus vivencias individuales, lo que empobrece el relato cuando no puede abrirse a un concepto más global y abarcador que exceda la mera vivencia personal, sin que por ello no deje de ser interesante su planteo, sólo que demasiado centrado en sí misma.
“LA CASA DE WANNSEE” se inscribe en este formato documental que parece respetar la reiterada receta de la voz en off, los recuerdos familiares, la historia de los abuelos y los descubrimientos a partir de un puñado de fotos y de objetos prolijamente desordenados.
Al mismo tiempo que su trabajo queda atrapado en este arquetipo conceptual tan utilizado por varios directores del género en este último tiempo, Poli Martínez Kaplun, intenta despegarlo, cosa que logra sólo parcialmente, para una historia que sólo interesa efectivamente, en algunos tramos.