La casa de Wannsee

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Historia de familia. Aparentemente íntima, con grandes y pequeñas anécdotas, pero en la que el espectador, aunque la directora no indague en profundidad en determinados conflictos, puede atisbar la Gran Historia.

A partir de la pregunta de por qué uno de sus pequeños miembros realiza un Bar Mitzva (ceremonia religiosa judía) no siendo una familia religiosa, la narración se dispara hacia espacios y tiempos diferentes. Momentos en los que una familia de origen judío no practicante debe iniciar el exilio, esa suerte de despojo espiritual durante el cual va perdiendo recuerdos, objetos, relaciones, hasta llegar a integrarse a otras religiones por miedo a la persecución y a la muerte.

Una multiplicidad de fotos, películas caseras, testimonios de parientes y amigos configuran la memoria de los Kaplun que llegaron a la Argentina en 1949, desde la Alemania en que Hitler era ya una amenaza. Lo hicieron pasando por Suiza, Egipto y desgranándose en otros familiares que quedaron en Venezuela o España, buscando simplemente un espacio de convivencia para trabajar en paz.

PARA OBSERVAR

Recuerdos de un filósofo (miembro de la familia) que fue perseguido, alejado de la cátedra universitaria y de su mundo de ideas y libros hasta morir joven, son momentos que pesan y forman parte de las raíces.
Historia del desarraigo, del exterminio humano, de la locura del nazismo, de seres que inician la diáspora a veces definitiva.

Volver a la casa de Wannsee en Alemania, el hogar que pasó a manos nazis y que es devuelto por el gobierno luego de más de sesenta años y pasa a ser un símbolo del reconocimiento de la usurpación y lo inexplicable. Muy cerca del hogar familiar, en 1942, funcionarios del Tercer Reich negociaron "la solución final" por la que judíos de Europa fueron deportados y asesinados.

Hay temas que quedan en el camino, pero también testimonios familiares valiosos, reveladoras fotografías, hasta palabras que no se dicen pero expresan más que muchas confesiones que sobrevuelan el filme. Una película para observar y analizar, más allá de las bellas imágenes cristalizadas en fotos de una familia feliz, esa que con alegría decía en una de sus postales "Berlín era demasiado bella para ser real".