La cárcel del fin del mundo

Crítica de Matías Gelpi - Fancinema

Basta del fin del mundo

Los argentinos solemos presumir y estar orgullosos de unos cuantos lugares comunes, tenemos los cuatro climas, el mejor jugador de la historia y el sur de nuestro país es el fin del mundo. Unos cuantos autores cuya obra se relaciona con la Patagonia sucumben a la tentación de incluir el definitivo “… del fin del mundo”. Pero no vamos a culpar de este abuso a la directora Lucía Vassallo porque si vas a hacer un documental sobre la cárcel de Ushuaia no te queda más opción que ponerle La cárcel del fin del mundo.
El documental arranca con una obra de teatro vivencial (los espectadores protagonizan la obra) que cuenta cómo era la llegada de los penados al presidio y da una mirada general de cómo eran las condiciones de vida allí. Todo esto alternado con planos estáticos de la cárcel hoy en día, a los cuales se les superponen fotos antiguas y algunos ruidos de metal de los grilletes y puertas cerrándose, y una voz en off que va contextualizando las imágenes. Da la sensación de que Vassallo pretende amalgamar un par de estilos de documental y algunos cuantos recursos narrativos, sin embargo, en el armado general se le notan las costuras. Por momentos la utilización de las imágenes de archivo, la voz en off y los testimonios remiten a los documentales televisivos de History Channel, hay una sobreactuación de la afectación que produce el paisaje sureño, y se subrayan constantemente palabras como melancolía, soledad, frío. Este tipo de documental requiere una total pasividad del espectador que sólo recibe información, no se lo invita a explorar la historia por lo que si no interesa mucho el tema a priori, La cárcel del fin del mundo se puede volver algo tediosa.
Aunque también se le podría achacar cierta reiteración de conceptos y alguna falla en la dosificación de los materiales expuestos con voz en off, como algunos poemas y entradas de diarios de los internos, también vale la pena mencionar el buen trabajo de documentación que tiene la película, que hacia el final termina encarrilando la historia y logrando un buen cierre con algunos testimonios interesantes y retratando con fidelidad el presente del penal de Ushuaia.
Una discreción final, quien esto escribe nunca tuvo una prolongada estadía en los confines sureños de nuestro país, pero si ha logrado sentir por un ínfimo segundo el silencio eterno que puede devolver la Patagonia, seguramente sea uno de los lugares más magnéticos del mundo, y sin embargo hay que dejarnos de robar dos años con llamar a ese lugar “el fin del mundo”. Porque, algún día va a venir George Romero a filmar a Rio Gallegos y le va a poner a su película Los muertos vivos del fin del mundo y ya nada tendrá sentido.